Por: Andrea Yambot Lugo
El Adoquín Times
A instancias del señor Luis Antonio Meléndez Mangual, un habitual lector de este rotativo, llegamos a la Avenida Borinquén esquina Calle 11 en el Barrio Obrero donde encontramos un fascinante lugar que como inerte pieza de museo, guarda en sus paredes la huella del caudal de talento de grandes figuras de nuestro ambiente artístico musical del siglo pasado. Don Felo, Davilito, Tite Curet Alonso, Felipe y Pellín Rodríguez, Pedro Flores, Ismael Rivera entre otros, asistían religiosamente a la tertulia habitual. Allí nacieron muchos de los éxitos musicales de la época. El mundo deportivo también estaba representado por Rubén Gómez, Terín Pizarro y el escritor Jaime Eloy eran asiduos al lugar.
Hoy convertido en una agencia hípica, Don Heriberto Lebrón que lleva setenta años ahí, nos relata que el dueño original era su tío Santos Fernández (QEPD) mejor conocido por “Arepa” y su hermano Félix. Como mudo testigo de aquel esplendoroso ayer musical, está la antigua vellonera con sus discos, incluyendo música inédita de Felipe Rodríguez que nunca se grabaron comercialmente. Es impresionante el “collage” de periódicos de la época, como El Imparcial, El Mundo y el regional A Tu Manera; posters de La Lupe, de Wilfredo Gómez “Bazooka” y hasta de los “Bam Bam”, como recuerdo de su reciente visita, placas, fotografías y toda clase de memorabilia de la clase artística de la época. Además, destaca grandemente los titulares de todos los eventos acerca de Don Pedro Albizu Campos, desde su encarcelamiento hasta su fallecimiento.
Tuvimos el placer de conversar con un baluarte asiduo asistente a esas tertulias, Don Agustín García Benítez “Cocodrilo”, que al presente cuenta con la friolera de noventa años de edad pero de nítida memoria. Como en una nube de sueño, surge en su memoria la evocación de aquellos felices momentos en que todo el barrio acudía a reunirse con ellos. Era como un club familiar -nos dice- una fraternidad donde no existía jerarquía alguna. Eran una verdadera familia.
Fue de él que surgió la idea de decorar las paredes con las fotos de sus actividades. En el segundo piso celebraban fiestas y bailes. Uno de grata recordación fue la coronación de la Reina de los Artesanos cuya reina llamada Araminta (no recuerda el apellido) iba escoltada por Santiago “Chago” Verdejo y a la hora de bailar el vals de la reina, el parejo no sabía bailar ni vals, ni danza, por lo que solicitó que tocaran una guaracha, por lo que en ese reinado, los monarcas bailaron una sabrosa guaracha. Esta es una inolvidable anécdota.
Es muy importante destacar que ellos han luchado arduamente sin éxito alguno, por obtener un local adecuado para la creación del Museo de Barrio Obrero para la preservación de todo el caudal de talento que ha producido dicho barrio. Tanto Heriberto Lebrón como Don Agustín, tienen la preocupación por el futuro incierto de este tan valioso material, pues piensan que al nadie interesarse por el lugar al faltar ellos, todo se perderá.
Por lo que vimos, no cabe la menor duda que este lugar es un santuario musical, donde estos compositores desbordaban su musa en torrente de sentimientos para dar paso a la creación de tantas hermosas melodías que al presente nos hacen suspirar de nostalgia y añoranzas. Al estar allí evocando aquellas peñas de tertulia, de fina bohemia, rodeado de tantos recuerdos, aún se percibe en el ambiente la deliciosa expresión de puro sentimiento y virtuosidad que aún mantiene esas humildes paredes forradas con fotos y recuerdos como el más bello escenario de la nostalgia en la historia de la bohemia callejera.
