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Enero: Nacen flores en las grietas

Enero

Himno de Puerto Rico

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Imagen: La organización local sin fines de lucro Foundation for Puerto Rico ha ayudado a comunidades afectadas a través de su Puerto Rico Earthquake Relief Fund. Visite www.foundationforpuertorico.org/donate para ayudar en el esfuerzo (Suministrada)

Por Elsa Tió

A las 4:24 de la madrugada del 7 de enero, el País sintió como si un animal feroz nos atacara por la espalda; se trataba de un terremoto. Llevaba un siglo dormido cuando nos arrancó del sueño. Nos sacudió, nos estremeció y nos aterró, arrastrando a miles de habitantes de los pueblos de sur al dolor y a la desesperación para proteger a sus familias. No tiene nombre, solo fecha, pero nos alteró la tierra y el alma colectiva. Y sigue vivo.

Ocurre justo cuando pensábamos que habíamos superado el azote del huracán María, a pesar de los miles de toldos azules, que aún pregonan abandono y desolación. Este terremoto no solo nos enfrentó ante la fragilidad, sino que revivió otra catástrofe: la negligencia de un gobierno que no cuenta muertos y para el que los vivos no cuentan. Los habitantes de la zona sur en segundos perdieron sus casas. En segundos nada era como era, ni en sus pueblos, ni en sus almas, ni en el corazón de todos.


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Debajo de carpas, casetas, toldos -ubicados algunos en torpes lugares inundables- la respuesta del gobierno nos recordó su grotesca incapacidad e insensibilidad. A pesar de que ante fuertes lluvias algunos perdieron las pocas pertenencias que sacaron luego del terremoto, una mujer refugiada en Ponce se expresó “quiero estallar, gritar, llorar, salir corriendo”.  Mientras, el poder hablaba de la felicidad bajo carpas donde nada faltaba; fue entender que estábamos solos ante catástrofes.

En enero surgieron varios protagonistas: la indignación, la desconfianza, el resentimiento y la intolerancia de un pueblo, al sentir la violenta réplica de la corrupción e ineptitud de un gobierno que no supo aprender de experiencias pasadas, y que no nos representa.

 

terremoto3 Enero
Escuela Agripina Seda. Guánica. Foto: M. Del Valle

 

Durante el primer mes del año, el pueblo tembló de rabia al abrir almacenes con miles de suministros escondidos desde María. Los mismos que luego del sismo, tampoco repartían entre los refugiados. Enero empezó con un gobierno que tampoco activó el plan de emergencias ante terremotos, como reveló el exdirector de Manejo de Emergencias y Administración de Desastres, Epifanio Jiménez. Pero sí volvieron a activar el desprecio a un País. Hasta los nombres de políticos aparecieron en suministros que donan otros: una forma de etiquetar el despojo.

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El sismo nos mostró el verdadero gobierno, y verdadero pueblo. Para nuestro alivio, vimos la aparición de un pueblo generoso, con su ancestral cultura de apoyo y solidaridad, con su respuesta amorosa rápida para mitigar el dolor. La tragedia le dio rostro al país, de lo que somos y no queremos dejar de ser. Vimos al geomorfólogo José Molinelli, el hombre conciencia, incansable defendiendo lo más valioso y frágil que tenemos —nuestros niños, jóvenes y estudiantes—alertando del peligro de escuelas-tumbas ante futuros terremotos. Agita a la ciudadanía para defenderse, y advierte al gobierno para que actúe.

Observamos a los puertorriqueños levantarse ante los derrumbes y activarse sin más convocatoria que el amor. Caravanas de carros llevaron suministros en respuesta a la incompetencia repetida del gobierno. Observamos a maestros -al aire libre- dando clases a los niños, a hombres y mujeres salvando cosechas, a artistas, obreros, y a la juventud llevando libros, arte, música, porque no basta con alimentar el cuerpo, sino que se sana el alma, y de eso sabe Tere Marichal. Vimos a monjas durmiendo a la intemperie y despiertas llevando consuelos.

 

terremoto2 Enero
Imagen: Sobre 100 voluntarios de la Cruz Roja Americana Capítulo de Puerto Rico llevaron ayuda a los pueblos afectados del suroeste. Para más información visite www.cruzrojapr.net. (Suministrada)

 

Una doctora que, aunque perdió su casa, se ganó un pueblo curándolo. Comprobamos que, gracias a la acción comunitaria, nos sentimos amparados. Un enero que nos sirvió para activar la esperanza combativa, hacernos eco de Molinelli, para obligar a fortalecer las escuelas y combatir la corrupción. Vimos caer un meteoro en bola de fuego que parecía molesto ante tanta ineptitud.

Un mes de enero que no dejó de celebrar las fiestas de la Calle San Sebastián, en las que unos asistieron porque se solidarizaron con el dolor y otros no asistieron por las mismas razones. Vimos nuevamente una violencia infiltrada que dejó al descubierto la complicidad, la incapacidad de una policía que no arrestó vándalos.

Un enero que, ante la tragedia, probó que no nos rendimos. Que la fuerza del País está en el País, y que somos como el corcho, por más que nos traten de hundir salimos a flote. Y no podemos pasar por alto las sabias palabras de la poeta y médica Dinorah Marzán:

“Los esfuerzos tienen que ser despolitizados y unitarios”, esfuerzos así fueron justamente los que no hicieron las autoridades.

No es la primera vez que a Puerto Rico le nacen flores en las grietas, y en las heridas, esperanzas.


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