Por: Nomar Stefans
Reconocido por su gestión abolicionista y recordado como el “médico de los pobres”, Betances dejó los Diez Mandamientos de los Hombres Libres como parte de su vasto legado.
El reloj…ahí va, a una velocidad fugaz. No se detiene, no tiene temor, es brusco. Él no acepta perdones. No le importan los errores. No espera. ¿Quién lo detiene? Pero ahí sigue, rápido, más rápido, más rápido. ¡Detenlo! ¡Silencio! ¡No! Silencio, jamás. Es precisamente ese deplorable y consistente silencio lo que nos ha sumergido en un abismo sin suelo donde caer, adoptado y acariciado por ti y por aquel, incluso por muchos de los que ya no están pisando la tierra encantada. Han vivido aterrados a la libertad. Le temen a ella.
Quizás en la finalidad de este eterno camino ustedes no tengan culpa de ello, pues acepto que muchos farsantes han perfumado sus mentes e ideales con fragancias de engaños, mentiras e ilusiones tóxicas convertidas en polvo, y hoy ese polvo contaminado asfixia nuestra tierra, nuestra gente y nuestros barrios.
Este nuevo ciclo debe iniciar con hechos concretos que despierten y trasciendan fronteras de oposiciones, donde podamos trazar una finalidad como nación que nos permita palpar un nuevo camino social, educacional, económico y salubrista. Ese ha de ser nuestro fin. Salgamos de la indecisión, de esa eterna confusión y ajustemos nuestras brújulas hacia un norte claro y preciso, próspero, justo y libre. ¡Detengamos el reloj! Pongamos los ojos en nuestro impedimento más grande: la indefinición de nuestro estatus político. Ahí se encuentra el encarcelamiento de nuestras riquezas.
Entonces pienso… y ahí está. Su lucha está cimentada en nuestras montañas y su amor a la nación, plasmado en la historia que hoy nos hace llamar a todos, puertorriqueños. ¡A viva voz, me adentro en la sublime piel del Padre de la Patria, Ramón Emeterio Betances! “Puerto Rico, tierra de luchas y corajes, bordada de perlas y corales. En camino voy, aguantando con rabia mis gritos, esos que resonarán por toda la antillana para que incluso nuestras hermanas tierras vociferen lo que será un movimiento de absoluta revolución. Atrás ha quedado la cobardía de mi gente, porque desde hoy nos vestimos para dar la gran batalla. Pido a nombre de todos ustedes hermanos puertorriqueños la liberación política y la independencia económica de Puerto Rico, y luchar por ella hasta que nos quede un último átomo de vida. Iniciaremos este caminar labrando un plan que se desarrollará mediante tres fases: educación, acción y victoria”.
“En un esfuerzo en conjunto con entidades afines a nuestros ideales, iniciaremos un plan vehemente educacional que permitirá visitar y penetrar los 78 municipios, plasmarle a nuestra gente la realidad clara y concisa de qué es la independencia de una nación, y mostrarles con evidencias reales cómo hemos llegado hasta este punto donde la palabra libertad es significado de miedos, carencias y limitaciones, y no la grandeza de lo que puede ser una nación con soberanas prosperidades”.
“En nuestra segunda fase realizaremos alianzas con otros países independientes como Canadá, Finlandia y Singapur para forjar políticas que apoyen nuestro movimiento a nivel global desde otras perspectivas y, de igual forma, crear alianzas en materias de economía y educación. Estas dos etapas son sustanciales para la fase final, nuestra absoluta victoria”.
“En camino voy, voy a hablarles de corazón a corazón a cada mujer y hombre, a los líderes comunitarios, a los artistas, a los niños, a los trabajadores… en fin, a todos los puertorriqueños quienes tomarán en sus manos la encomienda de hacer un vibrante y gran Puerto Rico. Debemos avanzar, ser protagonistas de la nueva historia social y política mundial, y con gran reverencia, orgullo y pasión, ondear nuestra bandera como símbolo de plenitud y fuerza. En los próximos días estaré llegando, abrazado a las orillas más idílicas del Caribe, tocaré arenas cálidas y respiraré al compás del aire delicado que seduce y recuerda lo privilegiado que somos de tener a esta patria, majestuosa y delicada. Por consiguiente, lo que yo pueda emprender ahora y siempre, es y será por ella y para ella. Soy el amigo de todos los que, como ustedes, trabajan por su felicidad, de un todo imposible sin su independencia. ¡Atentos a su reloj! Con mi bandera abrazada a mi pecho les digo: Un nuevo grito victorioso ha de surgir”.
Un abrazo y suyo,
Betances
