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Salmos 27:10: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”
A 36 años de esta terrible desgracia, conversamos con una sobreviviente quien, en aquel entonces, a sus 18 años -y con seis meses de embarazo- experimentó lo que considera hoy probablemente el peor momento de su vida. Rosa Elena Torres, nacida en Ponce, vivió una infancia complacida junto a toda su familia: su madre, padre, hermanas y demás familiares. Su papá mantuvo a su familia con un colmado y trabajando como taxista mientras que su madre era costurera. Rosa Elena recuerda cómo iba a la tienda de su padre a ayudar y cómo los viernes era su día preferido ya que podía estar hasta tarde jugando frente al negocio de su papá.
Se remonta a recordar los días justo antes del fatal 7 de octubre de 1985, una fecha muy dura para Ponce y todo Puerto Rico. Rosa Elena Torres nos cuenta cómo estuvo lloviendo de manera inusual por días, antes de la tragedia que destruyó tantas vidas en el Cerro Mameyes y Las Batatas en el Tuque. Al ser durante la madrugada y estar dormida, no escuchó el estruendo causado por el comienzo de aquella desgracia. Pero si sintió cuando su casa, construida en cemento al otro extremo del cerro más afectado, se movió de lado a lado, por lo que al levantarse quedó atrapada por una mesa como resultado del movimiento causado en su residencia.
Rosa Elena abrió la puerta de su cocina, por donde solía ver la casa de sus padres, y aún pudo ver la casa de dos plantas construida en varilla y cemento albergando a su familia hasta con algunas luces que permanecían prendidas, por lo que pensó que sus padres estaban bien. Cerró la puerta y al volverla abrir, ya esa misma casa no estaba allí. Un vecino comenzó a disparar al aire para tratar de evacuar a las personas alrededor de la desgracia de este fatídico derrumbe.
“Mi vecino empezó a disparar tiros al aire para que saliéramos, porque por aquí está el lago y creo que un tubo se rompió, y como esto es una colectora, el agua iba subiendo de allá para acá. Cogí a mi nena, me quité las chancletas y salí. Yo salí corriendo para donde vivía mi suegra, pero ella no nos escuchaba. Llegamos al palo de ceiba, nos encontramos con el río crecido. Yo nunca había visto un río crecido. Lo que bajaba por ahí era un río ‘café con leche’ como yo digo.
Tuvieron que hacer una cadena de personas, primero pasaron a mi nena y después a mí. Yo tenía mucho miedo, era mucha agua, pero gracias a Dios pude pasar hacia el otro lado. Llegué a casa de mi suegra, y una señora que vivía al frente, quien hoy es la madrina de mi nene, me dio ropa para cambiarme. Fue una noche muy larga, al amanecer nos movieron al Head Start. Le pedí a una muchacha que velara por mi nena en lo que iba a buscar a mi mamá y papá. Bajé a buscarlos, pero no pude pasar porque lo que había era una pared de tierra y cables vivos. El compadre de mi papá me dijo que me fuera que, si él los encontraba, les decía donde yo estaba”.
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En el Head Start aledaño donde se encontraba, Rosa Elena Torres esperaba noticias de su familia desaparecida, cuando llegó el estremecedor momento en que escuchó al compadre de su papá decirle a otra persona, justo detrás de ella, que desafortunadamente toda su familia había fallecido en el derrumbe. De la impresión rompió fuente allí mismo. Ya había médicos alrededor, por lo que se ocuparon de ella y su hijo no sufrió consecuencias por los hechos.
Durante ese tiempo, además, se enteró de que una pareja, vecinos de su familia, viajaron con el derrumbe entre dos colchones para salvarse al otro lado de la montaña. Esta no fue la suerte que corrió su familia, de lo cual Rosa Elena siente que hubo varios presentimientos antes de la tragedia. Su madre ya había tenido preocupaciones por un derrumbe y su padre ya estaba buscando otro hogar fuera del área, pero la señora no quería dejar sola a su hija Rosa Elena en ese lugar.
Su padre, luego de días de lluvia, decidió ir a buscar a una de sus hermanas al trabajo esa madrugada, minutos antes de la desgracia, para que estuviera más segura, lo que desgraciadamente resultó ser lo contrario. Todo esto parecía ser un esfuerzo de sus padres por tener a su familia junta y protegida de las lluvias de hacía días. Dos días antes sus padres también le pidieron a Rosa Elena que se uniera a la familia, pero por situaciones del destino, ni la joven embarazada en aquel entonces ni su nena de dos años se trasladaron a lo que momentos después quedó enterrado para siempre.
Pocos días luego del derrumbe, llegaron guaguas escolares al refugio del área, donde estaban, para llevar a los sobrevivientes a un lugar más seguro. Cubrieron las ventanas de las guaguas con sábanas para que no vieran los cuerpos sin vida que ya eran alineados en el camino. Rosa Elena no pudo aguantarse y corrió el pedazo de sábana que cubría su ventana en el vehículo. Pudo ver la casa de su papá en ruinas de cemento y varillas que, a su entender, había explotado. La ropa de su hermanita que usaba para ir a la escuela aún permanecía allí. Las guaguas la llevaron a un refugio más seguro. Donde no se le permitía ver televisión, escuchar radio o estar expuesta a ningún detalle a través de los medios de comunicación.
Permaneció junto a una ventana viendo cómo pasaban los vehículos de emergencia, helicópteros y ambulancias como parte de los esfuerzos luego del desastre. Esfuerzos que tuvieron que cesar dado a que en el medio de la montaña había una piedra enorme que, según le contó su tío, podría ser de peligro para los rescatistas. Por lo que se suspendió la búsqueda de sus familiares y de muchos, cuyos cuerpos aún permanecen debajo del terreno. Personas, como la familia de Rosa Elena Torres, nunca fueron encontradas. Con lo que sí pudo dar luego, fue con una imagen del taxi que su papá trabajaba. El cual encontraron con el motor encendido, dándole a entender a Rosa Elena que lo más probable su familia fue atrapada por el terreno mientras intentaban salir de la casa.
Rosa Elena perdió a ocho de sus familiares: su mamá, su papá, sus tres hermanas, dos sobrinos y su cuñado. La víctima más joven de esta desgracia tenía un mes de nacido y fue su sobrino, que desafortunadamente no llegó a conocer. Luego de un mes, pudo tener un lugar donde vivir en lo que se reconstruía un nuevo hogar, pero, admite la mujer de mucha fe que ese primer año fue muy difícil. La desgracia ocurrió en octubre, justo antes de la época navideña por lo que recuerda con mucha tristeza ese tiempo de adaptación por el que tuvo que pasar.
Hoy, a 36 años de lo que fue la peor pesadilla para una comunidad muy unida, Rosa Elena Torres recuerda a su familia con extremo amor y fortaleza. Sus padres estuvieron casados por 23 años, tres años divorciados y se casaron nuevamente una semana antes de la desgracia. Su amiga “Isa”, quien estaba a punto de casarse, con un vestido hermoso que la mamá de Rosa Elena le había confeccionado, falleció en los hechos, pero su prometido pudo recuperar el vestido de novia luego del desastre. Enfatiza, además, en los dibujos que hicieron, días antes, niños que asistían al Head Start de la comunidad y que algunos desgraciadamente parecían predecir los horribles actos de la naturaleza que llegó a cobrar la vida de muchos de ellos. Estos dibujos se encuentran ahora como parte de la exhibición en el Museo Sala Memorial Bo. Mameyes en Ponce.
¿Y cómo puede una persona superar tan horrible experiencia? A esto nos responde Rosa Elena: “Lo importante es que mis padres me enseñaron principios y a creer en Dios. Yo hice mío el Salmos 27:10 ‘Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá’. No busqué ayuda de ningún lado. Yo me refugio en Dios, tenía que sacar a mis hijos hacia adelante. Aunque ni me atrevía a salir sola sin mi mamá a esa edad, poco a poco lo fui superando”.
Para ella y todos los familiares de las personas que allí fallecieron y de las que continúan allí enterradas. El Memorial de Mameyes, que se construyó conmemorando la tragedia, es muy importante. Rosa nos cuenta lo bonito que era aquel lugar donde yacen los restos de su familia.
Desafortunadamente, con la falta de mantenimiento, vigilancia y el hurto de detalles decorativos por vándalos del área, ese único lugar de recuerdo a estas víctimas se ha deteriorado. Rosa tiene esperanza que algún día no sólo ella pueda llegar a un lugar más bonito, sino que pueda traer a su familia a recordar y conocer este suceso que cambió su vida por completo. “Yo sé que mis padres están en el cielo, pero yo digo que no es justo. Porque los míos están aquí enterrados, no los pudieron sacar. Mis padres me cuidan desde donde quiera que estén y a mis hijos les estoy inculcando valores y a creer en Dios”.
Hoy día Rosa Elena vive una vida tranquila, pero sin evitar viajar en el tiempo a la desgracia. Cuando por ejemplo, sucedió la cadena de temblores que sacudieron al área suroeste desde el 7 de enero de 2020. En un futuro, a Rosa Elena Torres le encantaría poder escribir un libro dándole prioridad a la familia. Ya que perdió toda la suya en aquel momento, pero con mucho esfuerzo pudo crear la suya propia.
El día 7 de octubre es uno que es de suma tristeza para los ponceños y habitantes de Mameyes. No solo sucedió el derrumbe en Mameyes, debido a las lluvias, sino que ese mismo día hubo otra tragedia provocada por las inundaciones. Donde un río salió de su cauce, impactando la comunidad Las Batatas en El Tuque y donde fallecieron 17 personas.
Además, el puente de la PR-52, en dirección de Santa Isabel a Ponce, colapsó y murieron otras 30 personas, muchos de ellos ponceños. Por lo que el alcalde del Municipio de Ponce, Luis M. Irizarry Pabón se expresó:
“La pérdida de vidas en Mameyes y Las Batatas, la madrugada del 7 de octubre de 1985 sin duda, marcó un capítulo de mucho dolor en la población ponceña. En la que se unieron las comunidades y las clases sociales. Allí, la fuerza de la naturaleza y la construcción informal debido a la necesidad, se combinaron en un evento de lluvias fuertes y prolongadas. Lo que segó la vida de muchos hermanos y hermanas mientras descansaban”.
“Hoy, a 36 años de esas pérdidas tan significativas, me conduelo con los sobrevivientes, pero admiro su fuerza de voluntad y cómo han logrado sobrellevarlo. De igual forma, como Gobierno Municipal, aprendimos a reforzar los reglamentos para evitar la proliferación de construcciones informales para evitar más situaciones como ésta”.
Por esta razón, el Municipio de Ponce en colaboración con los residentes del Barrio Mameyes, invitan a la ciudadanía a los Actos de Recordación de la Tragedia de Mameyes, en su aniversario número 36. La ceremonia se llevará a cabo el jueves, 7 de octubre de 2021, a las 5:00 de la tarde, en el Memorial de Mameyes, ubicado en la antigua comunidad de Mameyes de la Ciudad de Ponce.
Muchas gracias por compartir. Yo soy de Ponce y me crie en el Barrio Mameyes con mis abuelos. Esa noche no me quede a dormir ya que tenia escuela al proximo dia. Me acuerdo muy claramente cuando recibimos la llamada de lo que paso. Afortunadamente, no perdimos a nadie en la trajedia.
Mi abuelo, Santiago Perez Velez, murio en el 1987 y my abuela, Maria Luciano Garcia, acaba de morir este año a los 98 años de edad. En el 1989 me mude a California donde todavia vivo. Orgullosamente siempre digo que soy del Barrio Mameyes, un lugar que aunque pobre, estaba lleno de personas buenas y trabajadoras.