Estructuras de la hacienda Vives en Guayama. Fotos: Archivo General de Puerto Rico / ICP.
En el sur de Puerto Rico, específicamente en Guayama, se encuentra una de las estructuras más antiguas relacionadas con la industria azucarera de la región: el ingenio azucarero Vives. Este complejo, que consiste de un molino de viento y una planta procesadora, se encuentra ubicado en los terrenos de la antigua hacienda Vives en el barrio Machete de Guayama.
Para entender la importancia del ingenio azucarero, primero es necesario conocer la historia de la hacienda Vives en Guayama. Durante esos primeros periodos en la colonización de la isla, Guayama formaba parte del partido de Coamo, siendo el tercer pueblo en fundarse en la Isla, después de Caparra y San Germán. Hacia finales del Siglo XVI, el territorio de Guayama inició el poblamiento europeo con la llegada de hatos ganaderos, actividades madereras y contrabandistas a través del puerto de Patillas.
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Durante el Siglo XVIII, la mayoría de las haciendas de Guayama estaban localizadas en las faldas de los montes y cercanas al río. Estas haciendas, principalmente dedicadas al cultivo del café, tabaco y maíz, además, exportaban pimienta, madera y ganado que vendían en comercio de contrabando. En 1776, Guayama contaba con aproximadamente 100 cuerdas sembradas de azúcar, algodón, café, arroz, maíz, tabaco, además de cabezas de ganado y mulas.
La construcción del ingenio azucarero Vives en Guayama fue aproximadamente en 1828, y estaba compuesto por dos estructuras: un molino de viento y una planta procesadora. El molino, que está ubicado sobre una colina al norte de la planta, tenía cuatro niveles construidos en madera. Operada por molinos de viento, la maquinaria de procesamiento de azúcar se encontraba en el primer nivel.
La planta procesadora consistía en una nave orientada de norte a sur. El área donde se encontraban las calderas -la parte más cercana al molino- estaba pavimentada con ladrillo, mientras que el resto de la estructura tenía piso de madera. El techo original era de cerchas de madera cubierto con láminas de asbesto-cemento, pero debido a su peligrosidad, este material fue retirado y reemplazado por láminas de zinc.
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En el interior de la nave se encontraban las diferentes secciones del proceso de producción, comenzando por la recepción de la caña de azúcar. Esta sección contaba con una plataforma elevada que permitía la descarga de los camiones que transportaban la caña y su posterior pesaje en una báscula. A continuación, la caña era llevada por una banda transportadora a través de un molino que extraía el jugo de la caña y separaba la fibra.
El jugo de caña extraído pasaba por un proceso de clarificación mediante el uso de cal y dióxido de carbono. Para luego ser sometido a un proceso de evaporación en una serie de calderas. Este proceso de evaporación eliminaba el agua y concentraba el azúcar. Generando un jarabe espeso que luego era centrifugado para separar el azúcar del líquido residual.
El azúcar resultante era llevado a una sección de secado y enfriamiento. Donde se eliminaba la humedad residual y se obtenía un producto final de alta calidad. El líquido residual, conocido como melaza, se llevaba a un tanque de almacenamiento para su posterior venta como subproducto.
La planta procesadora también contaba con una sección de envasado. Donde se llenaban sacos de azúcar de diferentes tamaños y se empaquetaban para su posterior distribución y venta. Además, había una sección de mantenimiento y reparación de maquinarias. Donde se llevaba a cabo el mantenimiento preventivo y correctivo de los equipos utilizados en el proceso de producción.
Hacienda pionera en tecnología
Durante el siglo XIX, las sequías y los abastos de aguas para riego fueron un problema serio y recurrente en Guayama y áreas limítrofes. Ante esta situación, en 1872 se solicitó autorización para la reconstrucción de la presa del canal de riego de la hacienda Esperanza de Don Juan Vives de la Rosa. Esto por causa del deterioro de la presa existente.
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La hacienda se registra bajo el nombre Hacienda Esperanza “propiedad del señor Don Juan Vives”. Los sistemas de riego para los hacendados de Guayama y en general en el área sur de Puerto Rico tenían importancia fundamental. Debido a su uso para mantener las áreas de cultivo regadas de agua en tiempos de sequía. Es importante señalar que en particular los franceses fueron pioneros en el Caribe en proveer y desarrollar sistemas de riego. Esto para satisfacer las necesidades de los cultivos de caña de azúcar.
Según se ha indicado en investigaciones, registra un documento -en los Fondos de Obras Públicas, Serie Aguas- que especifica las concesiones o regantes autorizados para extraer agua del Río Guamaní. Juan Vives de la Rosa, obtuvo el permiso en agosto de 1855. En dicho documento se aclara que este concesionario también disfruta de aguas de la quebrada Palmas. Para asegurar la producción agrícola de la hacienda Esperanza, los abastos de agua fueron fundamentales.
Ante el aumento del cultivo cañero en Guayama, la población esclava se duplicó entre 1828 y 1841. Para 1828, Guayama contaba con una población esclava de 2,373 esclavos, ya para 1841 la cifra se elevaba a 4,340. De esta dotación, Don Jacinto Texidor I, dueño de la hacienda Esperanza en el periodo entre 1825 y 1829, declara una dotación de 102 esclavos con un precio en el mercado.
Hoy, el ingenio azucarero Vives Guayama se ha convertido en un importante atractivo turístico y cultural. El complejo cuenta con una serie de edificios históricos, incluyendo la casa del hacendado, el molino, los almacenes y las casas de los trabajadores. La hacienda Vives se declaró monumento histórico en 1976 por el Registro Nacional de Lugares Históricos (NRHP, por sus siglas en inglés).
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