El pintor y crítico de arte Antonio J. Molina falleció ayer a sus 95 años. Nacido en Sancti-Spiritus, Cuba en 1928, Molina se trasladó a Puerto Rico, destacándose en el mundo artístico y cultural puertorriqueño. La frase “un hombre que vivió y se dio cuenta” que aparece en el título, fue una dedicatoria que le hizo un gran amigo de Molina en un libro, del que más adelante en esta nota se ofrece más detalles.
Según señala Marie Court de la Asociación de Artistas Plásticos de Puerto Rico, a lo largo de su carrera, “Molina se asoció con numerosas organizaciones culturales, incluido el Instituto Internacional de Castillos Históricos, el Ateneo Puertorriqueño y la Sociedad de Escritores de Puerto Rico. Su obra puede ser admirada en instituciones de renombre como el Museo de Bellas Artes en La Habana, el Museo de Ponce en Puerto Rico, y la Universidad de Columbia, entre otros”.
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En una revista especial dedicada a Antonio J. Molina, publicada alrededor del 2001, José Martínez-Cañas, ex director de Elite Fine Arts Gallery en Miami escribió sobre Molina: “Hace años le obsequié un libro a Antonio Molina en cuya dedicatoria escribí: ‘Para Antonio, un hombre que vive y se da cuenta’. Al escribir esas líneas no había más que referirme a una faceta del artista en Antonio; pues de eso se trata ser artista, de percibir más profundamente la realidad, de buscar significado detrás de lo utilitario, de encontrar lo spiritual y plasmarlo en forma de color, espacio o sonido”.
Precisamente en conversación con este medio vía telefónica, Martínez-Cañas expresó que a Molina lo conoció en Cuba y que desde entonces fueron muy buenos amigos, además de compartir el gusto por las artes y la cultura. “Fue durante decenas de años, mi mejor amigo. Era de esa especie de ser humano que no cambiaba ni en las buenas ni en las malas”.
El arquitecto Efraín Pérez Chanis, en su ensayo Antonio Molina y los espacios oníricos (1970), describió arte de Molina: “Su arte, de sensibilidad y búsqueda renovada día a día, contiene el ingrediente de lo profundamente intelectual, donde participan las temáticas del equilibrio cromático y morfológico, dentro de la avasalladora dimensión del espacio. Antonio Molina tiene la virtud de la honestidad en la práctica de su arte. Cree en lo que hace con todo su inquieto espíritu”.
Ademas de sus facetas de pintor y de crítico de arte, Antonio Molina presidió el Centro UNESCO de Cultura de la Asociación Puertorriqueña de la UNESCO. Fue escritor de varios libros, folletos, dramas, cuentos, poemarios, ensayos. Entre sus publicaciones, se destaca ¡Qué Pas de Trois!: Alicia Alonso, La Revolución Cubana y Jorge Esquivel.
En 2016, hizo una colaboración para este medio sobre la Biblioteca Carnegie en Puerta de Tierra. Por cierto, a esta biblioteca -donde dirigió ad horonem por 25 años la sala de exhibiciones de arte- le donó unas tarjas con los nombres de quince poetas de Puerto Rico y otra con los nombres de diez mujeres importantes en la historia de Puerto Rico.
Por otra parte, el Instituto Alejandro Tapia y Rivera se unió al duelo de la clase artística puertorriqueña por la partida de Antonio J. Molina, quien fuera además dramaturgo. Según Roberto Ramos Perea “Molina fue el autor de varias obras de teatro relacionadas a la historia de Cuba y de Puerto Rico. Cubano de nacimiento y puertorriqueño por adopción, fue un comprometido contribuyente y solidario del teatro puertorriqueño a través de la organización fundada por el llamada Patronato del Teatro, donde junto a Raúl Carbonell Padre, produjo y Colaboró con importantes Montajes Teatrales Realizados en los años 90 y los primeros años del 2000”.
