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Listo Ángel Otero, luego del reconocimiento del Smithsonian, para su exhibición en Suiza

Ángel Otero

Himno de Puerto Rico

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El artista plástico puertorriqueño Ángel Otero, quien -junto a otros a nivel global- fue homenajeado recientemente por Hirshhorn Museum del Instituto Smithsonian en Washington D.C, habló con este medio sobre este reconocimiento, su trayectoria artística desde su niñez y técnicas e inspiraciones artísticas.

Para Ángel Otero fue muy emocionante, como artista, el poder exhibir y ser homenajeado por la institución cultural en la capital federal: “Cuando me llega la noticia, fue un momento muy importante, pero lo que lo hizo especial, es que ellos seleccionan a un grupo selecto de artistas -algunos jóvenes, otros con carreras más establecidas-, a quienes le piden [que recomienden] a otro artista como ellos. El poder extender ese reconocimiento a una persona que admiro, me fascinó. Escogí a un amigo y artista que admiro mucho y que ha influenciado mucho mi obra: José Lerma, un artista que nació en España pero que se crio en Puerto Rico”.

Durante la entrevista, entramos en detalles sobre aquellas cosas o personas que han inspirado mucho su trabajo artístico. En su caso, su abuela y las memorias que tiene sobre ella. “Mi abuela se convirtió en el núcleo de dónde yo parto mi obra. La obra no trata necesariamente de yo hablando sobre mi abuela… pero es un trampolín por el motivo de las memorias que tengo de ella, que las siento tan concretas en mi mente. Mientras pasa el tiempo, éstas se van moldeando y las empezamos a percibir de diferentes maneras”.

Nos explica Ángel Otero, que cuando le toca reproducir o traducir esas memorias, es lo que le gusta e interesa hacer, porque puede partir de un elemento tan simple como un sofá. Recuerda que su abuela prefería dormir en el sofá y que nunca durmió en las camas.

“El sofá se convierte en una curiosidad de auto entenderme como persona, con mi identidad. Como adulto, uno trata de entender los porqués de ese tipo de comportamiento, que se reflejan en lo que soy hoy. Empiezo a abrir una puerta como hizo Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, en la que empiezan a llegar estampas y elementos fantásticos que cruzan entre lo real e imaginario”, comenta Otero sobre esas memorias de su abuela. “En casa de mi abuela había muchas flores que se morían, la pecera tenía una cantidad de peces innecesaria. O sea, son detalles, algo extraño, pero que al mismo tiempo son románticos, sentimentales y poéticos. Yo parto de ahí y le añado otros elementos para que la narrativa en vez de ser solo personal sea más ambigua”, añadió. 

Ángel Otero

Interés en el arte….

Otero nos cuenta que comenzó a interesarse en el arte a temprana edad, cuando observaba a una amiga del vecindario copiar un dibujo “a perfección” sin la necesidad de calcar. Ese momento fue el que le abrió esa ventana hacia el mundo creativo. “Fue ese proceso de observar lo que me abrió esa ventana al mundo creativo a esa edad. Empecé a tratar de copiar diferentes personajes de mi infancia como los cómics. Mi curiosidad me llevó a retarme a hacer cosas más complejas”.

Otero nos cuenta que creció en una casa con una familia sumamente humilde y trabajadora. Desde niño, esa curiosidad en el arte lo llevó a visitar las secciones de arte de las librerías donde se encontraba este mundo de publicaciones, no necesariamente de pinturas, pero sí de arquitectura y fotografía.

“Poco a poco me fui educando en el arte, iba a las librerías… todo eso despertó en mí, no solo la enseñanza, sino un mundo nuevo fuera de la isla, la cultura y el arte, pero también fue el poder ver las diferentes maneras de cómo la gente se expresaba (en diferentes partes del mundo)”, señala el artista, quien recuerda a su mamá apoyarlo, por lo que lo matriculó en la Liga de Arte de San Juan. Recuerda, además, la primera ocasión que visitó un museo en Puerto Rico. Su papá lo llevó al Museo de Arte de Ponce, donde presenció una exhibición de los artistas Francisco Rodón y Arnaldo Roche Rabell.

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Cuando cumplió sus 21 años, recuerda cuando su padre lo llevó para convertirse en agente de seguros para que siguiera sus pasos, pero el arte siempre tuvo más peso para el joven. “Me compré una maleta, corbatas, traté de imitar a mi padre como vendedor de seguros. Pero a mí me encantaban las comunidades, el ser humilde y honesto, por lo que se me hacía difícil vender. Durante este periodo, en las noches me dedicaba al arte, a dibujar, pintar y leer”, indicó.

Estudios en el Art Institute of Chicago…

Otero, mientras realizaba sus estudios en la Universidad de Puerto Rico, un profesor que tuvo y descubrió el talento que tenía, lo recomendó al departamento de admisiones del Instituto de Arte de Chicago. Éste enseñó su portafolio de trabajos y lo aceptaron. Recuerda que, en ese momento, todo le pareció desconocido, ya que no sabía dónde quedaba geográficamente Chicago, además de otros elementos que se iba a enfrentar como costumbres y el frío del invierno de la ciudad.

Una vez la institución educativa lo acepta brindándole una beca, renuncia como agente de seguros y se mudó a la conocida Ciudad de los Vientos el 21 de enero de 2003. Según nos explica, esta experiencia le cambió la manera de ver las cosas, capturando su atención las comunidades y la población diversa. El frío lo ayudó a quedarse en su casa, enfocándose en los estudios, leer y pintar más. Con el tiempo su obra fue comenzando a darse a conocer en la ciudad, inclusive, en la portada del diario The Chicago Tribune.  Esto le ayudó a llegar a la ciudad de Nueva York de manera más cómoda y con más oportunidades.

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Sobre sus técnicas…

Durante su maestría en Chicago, -nos cuenta Otero- que batallaba un poco con la relación de lo que es el contenido (temática) y la forma (como se pinta). “La academia se enfocaba mucho en que teníamos que traducir verbalmente por qué lo pintó de esa manera. Se me hacía muy difícil hablar de la abstracción, yo no pinto bien en figurativo”.

Como ejemplo, recuerda que escribía primero las memorias que tenía de su abuela, para luego pintarlas, por no querer pintar de una manera tradicional, ni convencional. Comienza a descubrir materiales en el mismo estudio de la escuela como la pintura de oleo seca. Con restantes de pintura seca fue creando collages, reproduciendo plantas y objetos que se encontraban en la casa de su abuela.

Durante este descubrimiento de colores y técnicas, se percató en una ocasión que cuando pintaba sobre el cristal o plexiglás, dejaba secar la pintura, la raspaba y se daba cuenta de las manchas en el material que dejaba tras raspar la pintura. Volvía y repetía el procedimiento, creando diversas capas. “Hay que jugar con la creatividad; tienes que entender cuál es tu lenguaje. Cuando me topo con esto, me gustó porque tenía una metáfora, la de la memoria… Sale distorsionado; es algo personal, un escudo para no exponerme en algo tan íntimo. El público ve que ocurre algo en las pinturas, pero no lo entienden a plenitud.

Próximamente, Ángel Otero presentará su primera exposición en solitario, Rain Delay, en la galería Vito Schnabel en St. Moritz, Suiza. Sobre este tema, nos señala que la obra a presentarse es la continuación de su último show. Casi toda la obra será figurativa, en la que el agua tiene un rol protagónico, pero contará con elementos domésticos como sofás, sillas, cubos, etc. “El agua es un elemento bien presente en la obra, no como paisaje, es mucho más poético y metafórico. Es una narrativa muy personal”.

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