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Augusto Marín: explorando su versatilidad artística

Augusto Marín

Himno de Puerto Rico

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Imagen: Augusto Marín frente a uno de sus cuadros. Fotos colección del periódico El Mundo. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. 

Nació en San Juan en el año 1921 una figura que se destacaría como un artista singular de renombre, cuya influencia trascendería fronteras y generaciones. Este maestro responde al nombre de Augusto Marín, cuya vida y legado son una verdadera sinfonía de versatilidad artística que invita a sumergirnos en su apasionante recorrido.

Las raíces de Augusto Marín se entrelazan con Arecibo y Mayagüez a través de sus padres, Augusto Marín y Reyes y Virginia Martínez Storer, respectivamente. Sin embargo, fue en San Juan donde vio la luz por primera vez el 20 de diciembre de 1921. Desde muy joven, Marín mostró una destreza excepcional en el arte, un destello de genialidad que cautivó a quienes lo rodeaban.

A tan solo doce años, sus dotes artísticos ya eran evidentes, lo que le valió una beca invaluable para estudiar dibujo bajo la tutela del artista español Alejandro Sánchez Felipe. Este punto de partida en el vasto cosmos artístico marcaría el inicio de una carrera excepcional, como una melodía promisoria que apenas comenzaba a entonar sus notas.

El escenario mundial: la Segunda Guerra Mundial y la creación de “Polito”…

Durante la Segunda Guerra Mundial, Augusto Marín fue convocado por el Ejército de Estados Unidos, un capítulo de su vida que transcurrió entre 1943 y 1945. Fue precisamente en medio de este vendaval histórico que Marín dio vida a un personaje icónico que emularía la grandeza de su creador: “Polito”.

Este entrañable personaje se erigió como protagonista de tirillas cómicas, las cuales encontraron su hogar en las páginas del periódico El Mundo. A través de éstas, Marín compartió las vivencias de los soldados puertorriqueños que formaban parte del ejército estadounidense. Aquí, su destreza artística se fusionó con la habilidad de narrar, tejiendo historias con un toque humorístico y a la vez conmovedor. Este episodio en la vida de Marín no solo puso de manifiesto su genio artístico, sino también su don para comunicar relatos de manera única y una virtuosidad que lo catapultaría a la cima del panorama artístico.

Augusto Marín
Augusto Marín izquierda, comparte con el dramaturgo René Marqués, en ocasión de inaugurarse su exposición de pinturas en La de Casa del Arte en San Juan. A la derecha aparece la Aida Irene Arbelo y el pintor Francisco Rodón.1964.

Una carrera llena de matices y éxito…

La trayectoria artística de Augusto Marín se expandió a través de múltiples fronteras y técnicas, un viaje que merece ser explorado con detenimiento. Sus contribuciones en la pintura, el diseño mural, los vitrales policromados y litografía son testimonio de su diversidad creativa.

Sus estudios en la Art Students League de Nueva York, donde tuvo como maestros a Harry Stenberg, Iván Olinsky, John Corbino y Reginald Marsh, marcaron un período crucial de su formación. Además, su especialización en diseño mural en el Instituto de Arte Otis en Los Ángeles, California, fue un importante pilar en su desarrollo artístico.

No se puede pasar por alto su incursión en la técnica de vitrales, donde perfeccionó su destreza bajo la tutela de maestros como Arnaldo Maas y Henri Mesterom. Y, por último, su culminación académica en 1983 con un curso de litografía en piedra en la Universidad de Notre Dame en Indiana.

La destacada carrera académica…

Augusto Marín no se limitó a su propia creatividad; también se convirtió en educador apasionado. Durante un período de 15 años, desempeñó el papel de profesor de pintura y diseño en la Escuela de Bellas Artes del Instituto de Cultura Puertorriqueña en San Juan.

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Además, expandió su influencia educativa como docente en la Universidad de Puerto Rico, en su campus del Colegio Regional de Carolina. Su aportación a la educación artística en Puerto Rico trasciende las palabras y fue fundamental para sembrar la semilla de la inspiración en las generaciones venideras de artistas.

Obras destacadas…

En el ecléctico repertorio de Augusto Marín, dos lienzos resplandecen con particular fulgor: El nido (1961) y El cuatrista (1960). Estas piezas maestras destilan un estilo cubista enriquecido por las influencias de genios como Pablo Picasso y Rufino Tamayo.

Sin embargo, el pincel de Marín no se limitó al lienzo; sus murales enriquecen las paredes de innumerables edificios públicos y privados de Puerto Rico. Desde el imponente Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré hasta el respetado Colegio de Abogados, el Condominio Surfside Mansions en Isla Verde y el Centro Comercial Laguna Gardens en Carolina, los murales de Marín inyectaron carácter y esplendor en la arquitectura y el espacio público de la isla.

Augusto Marín
Augusto Marín junto a un cartel del Festival Casals. 1961.

El legado artístico de Augusto Marín resplandece en un mosaico de exposiciones inolvidables. Sus obras, cargadas de significado y originalidad, se deleitaron en más de 70 exposiciones individuales y colectivas, tanto en Puerto Rico como en el extranjero. Desde los encantos de México hasta los misterios de Alemania, pasando por la sofisticación de Mónaco y la enérgica escena artística de los Estados Unidos, Marín llevó su arte a públicos diversos y cautivó corazones con su genialidad.

A lo largo de su ilustre trayectoria, Augusto Marín cosechó un sin número de premios y reconocimientos. Destellos que celebraron su destreza y contribuciones al arte. El Primer Premio en el Certamen de Carteles de la Compañía de Turismo de Puerto Rico en 1984 y el Primer Premio en el Noveno Salón de la UNESCO en el mismo año, son solo dos ejemplos de su recogimiento de distinciones. Menciones de Honor adornaron su carrera, como las obtenidas en el Octavo Salón de la UNESCO en 1983. Así como las Menciones de Honor otorgadas por el Ateneo Puertorriqueño en 1965 y 1966.

El legado de Augusto Marín en el mundo del arte, tanto en Puerto Rico como más allá, es un faro de inspiración. Su habilidad para adaptarse y evolucionar a lo largo de los años lo establece como una figura preeminente en la rica historia del arte en Puerto Rico.

En sus últimos años, Augusto Marín persistió en su devoción al arte. Talleres en Pietra Santa (Italia), estudios en París y aventuras creativas en México fueron las sendas que exploró. En estas latitudes, esculpió esculturas, creó litografías y dio vida a serigrafías. Contribuyendo con su inquebrantable pasión al crecimiento y evolución de la cultura puertorriqueña y latinoamericana. Sus creaciones posteriores sirven como puentes entre eras y continúan inspirando a nuevos artistas a explorar nuevos horizontes creativos.

Augusto Marín falleció el 14 de abril de 2011 en San Juan, dejando un vacío en el mundo del arte puertorriqueño. La vida y obra de Augusto Marín nos revelan una total dedicación al arte. Además de la capacidad de transmitir la identidad y la crítica social a través de la creatividad.

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