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Reseña | Presentación de Paloma Palomero de Ada Torres Toro

Paloma Palomero

Himno de Puerto Rico

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La semana pasada se llevó a cabo la presentación del tercer libro de Ada Torres Toro titulado Paloma Palomero en la Librería Laberinto en Viejo San Juan. El escritor e historiador José Muratti Toro presentó el mismo y escribió una columna de análisis del cuerpo de trabajo de Torres Toro.

Por José Muratti Toro

Ada Torres Toro es una trotamundos que escribe o una periodista transformada en escritora, o una escribidora con innegables dotes de historiadora, o es una autora con una prodigiosa imaginación y destreza narrativa. Como narradora ha sabido hilvanar su viaje desde el pequeño mundo, entre comillas, de la Región Independiente Autónoma de Churumba Cordero hacia otro pequeño mundo en las heladas montañas de Andorra, convidándonos a un viaje de una formidable riqueza cultural, como de una incontrovertible afirmación de la mujer caribeña en sendos roles protagonistas de un entramado de historias que merecen ser contadas.

El recorrido nos lleva a conocer las mujeres de temple y heredado infortunio de su Ponce natal en Amores innecesarios, pasando por las peninsulares y haitianas forjadas a fuerza de astucia y laboriosidad de Absenta dulce, hasta desembocar en la mujer de inmanente y prodigiosa solidaridad llamada Paloma Palomero.

En esta, su tercera novela, Torres Toro un poco nos secuestra y obliga a acompañarla en una especie de coche sin capota en un recorrido por Andorra, España, Italia, Cuba, Puerto Rico. Con ella recorremos desde los barrios marginales de esos que no visitan los turistas hasta los hoteles, palacetes y mansiones que ponen de relieve las contradicciones propias de un mundo en desarrollo aún sujeto a las voluntades y vaivenes de las potencias que las colonizaron y prevalecen como obligados referentes culturales e idiosincráticos.

A diferencia de las protagonistas de Amores innecesarios y Absenta dulce, Paloma Palomero vive secuestrada en un lugar apartado de su familia, en una relación de la cual es una rehén voluntaria pues su cárcel anterior era la soledad. Paloma decide liberarse de su vida familiar, ocupacional, comunitaria, entregándose a los juegos de su imaginación que asegura le permite anticipar las acciones de los demás y que pronto se convertirán en su pasaporte hacia lo inimaginable.

Para el filósofo esloveno Slavoj Žižek, “…la fantasía constituye nuestro deseo, provee sus coordenadas, es decir, literalmente ‘nos enseña cómo desear’”. Paloma aprende a desear al escuchar a otra mujer revelar que su deseo de libertad la llevó a romper todos los cánones que habían regido su vida y la llevó a decidir abrogarse la libertad que a los hombres les es concedida sin culpas y sin restricciones. Aprendió a desear para ella lo que su marido siempre había tenido sin lugar a duda, disfrutado sin lugar a culpas y usufructuado sin necesidad de justificaciones. Paloma identificó las coordenadas y se lanzó a vivir como nunca se atrevió a soñar que podía.

Para Julio Cortázar la novela tiene que ser a la vez real e insólita, necesita descubrir y describir un mundo en el cual, como sentenciaba Walter Benjamin: “Sus imágenes piensan sus objetos en movimiento… [y] examinan cómo lo aparente revela y esconde lo esencial, y lo inmanente deja escapar lo trascendente”. Los personajes de Torres Toro se hayan en un constante devenir en el tiempo que convida a seguirle el paso, a un ritmo que no permite pausas ni distracciones, con ese humor que define a cada cultura y que cultiva su vernáculo, logrando que el lector pueda identificarse no solo con lo que se describe, sino con lo que se dice, con la forma en que se dice, con lo que tendría otro significado en otro idioma.

Paloma Palomero

Torres Toro se regodea, para nuestro deleite, en esa habilidad de seducir al lector con el lenguaje e invitarnos a recorrer un pasado y un presente que nos resultan familiares. No solo por los acontecimientos y los lugares donde ocurren, sino por las características nuestras que reconocemos en los personajes. Por sus sensibilidades, sus desaciertos, sus traiciones y sus victimizaciones. Además de sus relaciones insanas tan difíciles de quebrar, por sus amores innecesarios y la absenta dulce de su propia enajenación.

Para Benito Pérez Galdós, “Lo esencial, [asegura en un] manifiesto, sería la creación de una novela nacional de caracteres. Basada en la pura observación, la cual había de sustituir a la novela convencional que venía prevaleciendo en España a impulsos de influencias extranjeras. Además, esta futura novela nacional debería apoyarse en la recién formada clase media como material directo para sus construcciones artísticas”.

Torres Toro parece haber acogido esta fórmula de Galdós con contagioso entusiasmo. Pues sus novelas son verdaderos recorridos de la mano de una sofisticada guía cultural. La que, desde la perspectiva de esa clase media que ha podido descubrir los paraísos del Viejo y el Nuevo Mundo. Nos pasea por ciudades, sierras, costas y aldeas, detallando la multiplicidad de legados arquitectónicos. Además de la variedad de ofertas culinarias y vinícolas, la indispensable música popular y clásica. La literatura universal y regional, la plástica de museo y la superficialidad del no tan discreto encanto de la burguesía. Los símbolos de una cultura occidental que lucha por distanciar lo estético como legado del espíritu humanista. Del utilitarismo y la ostentosidad mediocre y vulgar de quienes, como decía Oscar Wilde, se saben el precio de todo y el valor de nada.

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Para los personajes de Torres Toro, la vida es una lucha incesante por empoderarse en una realidad con demasiada frecuencia en manos de otros o que no se acierta a conquistar por las propias flaquezas. El lector y la lectora acompañan a la narradora por laberintos que los personajes han creado intentando tomar posesión de su propio destino. Pero sujetos a reglas y caprichos creados para satisfacer los privilegios de los hombres y de las mujeres que defienden su hegemonía patriarcal.

Uno de los mayores aciertos de las novelas, y de Paloma Palomero en particular, es un dominio de la voz narrativa que crea belleza con los elementos más elementales de la cotidianidad. La vida familiar, la comunidad donde las protagonistas descubren ejemplos de valentía y perseverancia que les sirven de modelo. Además de que les brindan el convencimiento de su propia capacidad de ser libres, dueñas de sus propios destinos.

Las emociones que comparten, sobre todo ante la adversidad, simultáneamente desarman la supuesta invulnerabilidad de los opresores. Además de que les inmunizan contra el miedo, contra la duda, contra el desamparo. Incitándoles a apropiarse del poder, del derecho al placer, del descubrimiento de lo que es sentirse libre dentro la propia piel.

Curiosamente, la narradora no deja de sorprendernos a cuando nos demuestra cuán infelices son los hombres desde sus respectivas posiciones de poder. Cuán infelices son sus mujeres toda vez que dichas posiciones les son negadas. Además de cuánto la felicidad viste la misma piel que la valentía. Y cuánto esa valentía, como el amor y las endorfinas que este provoca, una vez se prueba, no toleran facsímiles ni imitaciones.

¿Por qué leer esta novela?

En 1928, Virginia Woolf fue invitada a dar una serie de charlas sobre las mujeres y la literatura. Ante la pregunta “¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas?”, en ese momento solo era posible una respuesta: independencia económica y personal. Lo que Woolf describió como “una habitación propia y quinientas libras al año”. Con esa independencia económica la mujer podía pagar su alojamiento, alimentarse y vivir sin tener que depender de nadie. O sea, de un hombre, de un marido o un hijo en su vejez, que asumiera los gastos en que incurre una mujer que tiene el atrevimiento de pretender ser escritora. De ser independiente a la vez que cultiva su oficio. Y, con suerte, logra conquistar un público que le facilite esas quinientas libras al año que, concluyó era suficiente.

En Puerto Rico hay varias novelistas que han logrado ser exitosas. Más en términos literarios que económicos, un puñado de las cuales se conocen a nivel internacional. Esas escritoras han contribuido, junto a muchos más escritores que han recibido más oportunidades de cátedra, de reconocimiento nacional y publicaciones internacionales, a forjar una identidad nacional que con tanta frecuencia el país reclama que se resquebraja bajo el peso de la deuda pública que empobrece la educación pública. Además aumenta la deuda privada producto del consumismo desenfrenado. Con que cada vez más los puertorriqueños intentamos mitigar la insuficiencia relativa y real de nuestros ingresos. La deteriorada autoestima que nos conduce a compararnos cada vez más con quienes nos consideran, cuando menos sus subalternos. Además de aspirar a un estilo de vida que hemos confundido con calidad de vida y que tiene poco de estilo y menos de calidad.

Paloma Palomero
Ada Torres Toro

La profesora Carmen Centeno Añeses, nos advierte que “…la construcción de la identidad nacional está matizada por elementos sociales y hechos históricos. Los que han sido interpretados de diversas maneras de acuerdo con el imaginario con que el intérprete de la cultura se identifique”. Y ese imaginario requiere de un reconocimiento a nivel nacional e internacional. Algo que nos sitúe a la par con el resto de los países hispanoamericanos. Los que contribuyen a la literatura mundial en igualdad de condiciones que la de los imperios occidentales.

“La internacionalización de un producto literario es en lo fundamental un problema de mercado…” Añade el profesor Mario Cancel Sepúlveda. Además afirma: “La profesionalización de la escritura literaria ha dejado de ser un problema técnico y escritural. Compete a los espacios que producen y distribuyen la mercancía del libro en el mundo nacional, regional, global” cerrar esas brechas. También abrir esos mercados y allegarnos a el sitial que nos merecemos por nuestros haberes.

Leer esta novela, así como las anteriores, además de un placer es una incursión en la psiquis de esas mujeres que han escogido ser libres sin escatimar en sus propios sacrificios. Además sin temor a las inevitables repercusiones que tanto atentan contra su derecho a ser seres humanos completos. Sin la necesidad ni la dependencia de hombres que voluntaria o inconscientemente atentan contra ese derecho por el mero hecho de ser hombres.

Ser hombre es un privilegio que heredamos sin necesidad de evidenciar talentos o méritos. Ser mujer es una condena a una subordinación. Afortunadamente las mujeres son tanto o más capaces que los hombres de agenciarse la equidad que ambos nos merecemos.

Himno de Puerto Rico

Comments 1

  1. Avatar Juan Casillas Álvarez says:

    Excelente

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