En el Teatro Victoria Espinosa Morir de Noche estará hasta el 15 de septiembre.
Morir de noche es un drama que se monta para explicar la historia de un suicidio. Un artista, un escritor, una prostituta y una cajera de un almacén son los personajes que indagan para arrojar luz a la pregunta incisiva del joven Vicente Van Gogh a Emil Zolá: “¿Dame una razón para no cometer suicidio? Van Gogh, personaje principal, tiene la tesitura shakesperiana de acabar con el “ser y no ser”, clásica angustia existencial. El tema tiene un protagonista consciente que genera los enredos de la trama en escena. Este incontrolable personaje se deshuesa de rabo a cabo en las dos horas que dura Morir de Noche.
En síntesis la tensión del mayagüezano Rafael Ramos Perea, eleva la cuestión del suicidio, su razón lógica o morbosa, a sabiduría un libreto que cuenta de fondo con la filosofía del suicidio. Bueno, si eso se pide decir. Sócrates no buscó culpables, no acusó al entorno social y familiar para acabar con su andariega mayéutica existencial. El maestro ateniense no se arrepintió de lo que dijo o hizo. Los discípulos lloraron cuándo el hermoso griego exclamó su última máxima para la historia de la sicología: “Yo sé qué no sé nada”.
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Hay suicidios de clase, pedagógicos, heroicos y locos. La fama del suicidio de Sócrates corrió como pólvora en Atenas y en occidente aún arde en nuestros días. El suicidio socrático está vivo. Hay suicidas que sobreviven el personaje de Van Gogh se acobarda en su predicción de no morir de noche. Los oráculos fatales no siempre ocurren en la persona que busca respuestas al destino rotulado. Morir de Noche es una pieza de oráculo fatal el cual da un vuelco en la segunda parte de la obra. Este vuelco es impredecible para el escritor suicida que toma la justicia en sus manos para salvar al artista fragilizado por la educación. El suicida sufre una catarsis que no supera.
El novelista sueco Lukas Barfuss ha escrito una novela que es la historia de un suicida. “Nunca se termina con un suicida. Nunca”, escribe en su novela Koala. Es decir, que los suicidas sobreviven al arte y la literatura pero no en la realidad. Ellos se matan con o sin explicaciones. No busca convencer es un acto imponderable. Solo el suicida desconoce su sacrificio íntimo. En este drama o comedia, Vicente ni Emil encuentran respuestas fáciles al comportamiento suicida. Cuando el hombre o la mujer no cumplen con la normalidad Epicúreo recomendaba lo siguiente: “Mejor no haber nacido, pero, una vez nacido, pasar cuánto antes a las puertas del Hades”.
Morir de Noche es un drama poderoso, tiene diálogos inteligentes y tensos, sus personajes vibran, están bien diseñados y la dramaturgia de sus actores es limpia y cercana al público. El escritor Emil Sola y la vida del pintor Vicente Van Gogh son los referentes textuales, tejen un simulacro serio y moldean un razonamiento teórico dónde no faltan los enredos temáticos del suicidio isleño. Emil Zolá protagoniza el emisor y Van Gogh es, por otra parte, el receptor y los dos empatan una toma y daca todo seductor que da paso a un trueque entre el maestro y el estudiante, la teoría y la práctica, el amor y el morbo, entre la puta y la madre para finalmente llegar a desembocar en el duelo de pistolas entre artista y el novelista.
Morir de Noche es una metáfora de las tablas del suicidio con consecuencia muy gordas y a viva voz con peleas de capilla entre lo profano y lo sagrado. La amante Sien y la esposa Teresa se detestan mutuamente. Perea disfruta esas peleas pugilistas que desgranan la mente libidinosa del artista padre y chingón. Perea pone las cartas sobre la mesa, las tiras envenenadas, no hay ventajas para la trampa, la suerte está echada alguien tiene que morir pero el texto mismo ha matizado la lógica y el misterio. La estructura piramidal de Morir de Noche deja bien puesta las etapas del drama que se suceden de punta y espada ante nuestros ojos y oídos.
Ramos Perea presenta hábilmente el veneno, la materia del suicidio, que en la obra es una pistola el cual se juega a la calentura de matar. El arma pasa de mano a otra mano (Emil y Vicente) como una ruleta rusa para que alguien termine yéndose a los infiernos como Sócrates, Emil Zolá, Roger William, Safo de Lesbos, Virginia Woolf, Alfonsina Storni. Todos ellos fueron artistas de la incertidumbre, desesperados o deprimidos que al toparse con el callejón sin salida deciden tirarse al agua, tragan o se disparan.
Mientras el suicidio va abriéndose camino, Vicente y Emil rivalizan la figura del profe y el discípulo. Rivalizan a la cuarterona Teresa y el pintor y también chocan el escritor y la ramera. Ramos Perea se sube simbólicamente al escenario. Es un dramaturgo astuto y planta a Vicente como el artista que hechiza a todos logrando involucrar en la incertidumbre suicida a inocentes y culpables, lo ordinario y extraordinario son empotrado en un mismo cajón.
En Morir de Noche muere un solo individuo o país que se ha formado con la bipolaridad kantiana de los salones y por otro lado, está lo profano que es tejido de la experiencia lírica lorquiana cabalgando el suelo borincano. Las señales de humo en Morir de Noche están murmurando a ese inútil empoderamiento neoliberal por el cual la sociedad colonial mata tanto al docente y al estudiante, al culpable y al inocente, la madre y la puta, al patriarcado y la equidad, al creador y al contemplador.
Sin embargo, hay un efecto dilatante en Emil Zolá que responde a una clase media académica, sus pensamientos son nihilistas, prejuicia la plebe, sus costumbres, sus estilos de vida y su decadencia. Lo sagrado tampoco se salva de sus reproches pasados por sus cuchillos. Y considera a Vicente como víctima del proletariado que ha conspirado para destruir el discípulo amado. Vicente es artista plástico a quien se le debe lástima, es talento irreverente y vago para Teresa, su esposa, y hombre bueno para Sien, la amante. Es él y sus circunstancias y es consciente de que le afectan por eso busca la manera de combatirlas sin estafas pero con una fuerte creencia de defender a toda costa los convencionalismos. Vicente tanto como Zola son posturas rígidas que a la menor provocación y coquetería dan el salto a la fragilidad o a lo fatal.
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A mi modo de ver, Vicente representa al Fausto de Goethe que estructura un mundo fáustico que ha pactado con la creación virginal de Dios. Dios es amor, es el evangelio de Vicente, luego no es pecado alcanzar el mayor placer del divino arte erótico. Y hacia ese fin, Vicente declara que es capaz de suicidarse pero aunque grite y llore no llega al último segundo, no se arroja al abismo. Vicente alborota el paraíso. Teresa actúa sin piedad y quema su obra para curar su locura. Sin embargo, el delirio de Teresa no llega a más. Teresa es un Sancho endiablado.
Vicente es un actor suicida muy consciente de su rol, de su función social como lo machaca Emil Zola en sus diálogos con él. Justamente, Ramos Perea concentra magistralmente el Pathos en la construcción del personaje de Vicente. Es una característica que calienta la temperatura del público en cual queda sólidamente persuadido por la erótica del suicidio. Emil escucha las vueltas suicidas de Vicente pero a la vez el escritor persuade al neófito en favor de la vida. Finalmente, la calentura coloquial rebota contra el tenaz novelista que se satura de su papel paternal. Emil Zolá recibe la bala que ha sido destinada a su alumno artista que según el parecer de Teresa, su esposa, se la tiene ganada por irresponsable.
Además, Morir de Noche nos cuenta como el Pathos se revierte aún en el encierro fatal tal y como le ocurre a Vicente que sobrevive al destino en la obra. Quien cacarea de suicida no lo hace pero tiene el efecto de provocar el disparo suicida en Emil Zolá. En Morir de Noche es el discurso que nos advierte que las palabras no determinan la voluntad de suicidio, en tanto el silencio y la acción son mandatarios para el suicida. Es decir, hay que tener cojones para suicidarse. Pasa muchas veces que cuando se aproxima la muerte muchos artistas y escritores se enloquecen produciendo artefactos, poesía, pinturas y libros. Pero solo para alcanzar la inmortalidad sólo basta una pieza.
Antes de matarse, Violeta Parra escribió “Gracias a la vida”. En Morir de Noche la inmortalidad le va y les viene a los personajes de Vicente y Zola. Pero sabemos que esas dos figuras del arte son referentes obligados para la pintura y la literatura europea. El autor de Germinal muere lentamente inhalando bióxido de carbono. La muerte de van Gogh no está clara si fue por suicidio o asesinato. Morir de Noche tiene una corriente dramática que paraliza, traen su lenguaje y gestos un rito solemne que se chupa a la audiencia sin que desaparezca la empatía con los personajes. El suicidio como se mire es un acto de violencia que despierta controversias éticas, religiosas y filosóficas.
Sin embargo, al público de Morir de Noche no le entran discrepancias por el contrario escucha amablemente se pone de pie para victoriar las actuaciones de los actores puertorriqueños. El espectador enmudece mientras el alma hierve de bondad. El público piensa y contempla pero no se rompe en pedazos por la angustia que sufren los personajes. La garata del suicidio enloquece a todos. La atmósfera escénica es un tenso caos a ritmo atormentado de vidas representadas en las tablas del teatro Espinosa sin agobiarnos. Incluso la soberbia y los mensajes suicidas de Vicente guardan mucha cercanía con cualquier audiencia porque Ramos Perea orienta al espectador por el tránsito del drama colérico.
Lo va informando, hace paradas para la reflexión, luego hunde el acelerador sin que el público se siente avergonzado del suicidio como condición humana. Roberto Ramos Perea es como Virgilio en la Divina Comedia que se presta para enseñar a Dante la ruta sin miedo para cruzar el infierno. Morir de Noche es la síntesis de nuestra comedia del suicidio. En Puerto Rico en las últimas dos décadas ha habido más de siete mil suicidios. Esos números son alarmantes. Por eso es por lo que los dramaturgos son necesarios, ellos delatan el presente tal cual es, sin pena ni glorias. Nos toca a nosotros actuar, hay mucho que hacer porque se están perdiendo muchas vidas.
Morir de Noche no está exenta de retórica, debates y dimes y diretes. Lo impresionante de los diálogos es que el público se atornilla en un ritmo sereno por la batalla del suicidio. La angustia del suicidio se desliza por una pasarela en forma U, cuyas puntas indican los lados ocultos y las sorpresas de la conducta del suicida. Ramos Perea nos ha regalado una obra dramática hechizante y poderosa.
Tiene frases que se quedan en la memoria del público. El tema es uno candente para Ramos Perea en tanto que vivimos en una sociedad patriarcal que no tiene una buena opinión del suicida. Las religiones tienen una relación condenatoria desde antes de la época medieval. En cuanto a la política y la economía neoliberal, ellos maximizan el morbo del suicida como algo positivo. El dolor está convertido en mercancía de consumo. La educación es tabú, el suicidio sigue excluido del currículo de la salud mental escolar. Es sabido que hay más bajas de suicidios entre los pobres que de ricos con más recursos.
Cuando la literatura se mete con los asuntos del suicidio tiene el riesgo de convertir algo tan complicado capaz de sesga al fabulador. Este se atrinchera privilegiando la conducta suicida como eje central del arte, la épica y el lirismo. Los libros dedicados al suicidio o que inspiran las enfermedades mortales como el cáncer, están hinchando librerías y bibliotecas.
Lo fatal contemporáneo se han convertido en lecturas obligatorias de las personas con poder adquisitivo. Ambos son un género literario por sí solo con pingües ganancias editoriales. Pero este no es el caso que esgrime la obra de Morir de Noche. La obra en su totalidad es un escrutinio genial sobre el suicida y su entorno flagelado. “Todo sale en la lavada”, le dice Don Quijote a Sancho. Es decir, lo que tienen y no tienen los personajes salen a relucir en la indagación dramática. ¿Qué tienen y no tienen Teresa y Naná?
Pues amigo lector vaya usted a ver el drama que allí conseguirán la respuesta. Roberto Ramos Perea como buen dramaturgo que es, eleva sus diálogos a un mundo poético que arrancó de la condición humana insular para después elevarlo a la universalidad. Es una obra digna de degustar como un buen vino. No se la pierdan. Recuerden que el teatro es valioso. Morir de Noche nos sorprendió en 1992 como pieza ganadora del Premio Tirso de Molina en España. También se debe aprovechar la asistencia al Victoria Espinosa para que aplaudir y agradecer la vida y la obra en las artes escénicas de la primera actriz puertorriqueña Esther Mari. Morir de Noche y las buenas vibras de la homenajeada son pesos pesados de la dramaturgia del país. Ser parte del público de Morir de Noche tiene más crédito que mil palabras.