“Sin música no hay alegría, no hay aroma, no hay color”.
Trina Padilla de Sanz, La Hija del Caribe, nació el 7 de febrero de 1864; hoy estaría defendiendo el Instituto de Cultura Puertorriqueña, las playas, los ríos, y nuestra sustancia nacional. Sufrió al observar cómo en 1898, con la invasión norteamericana se frustró el desarrollo económico y político de la recién ganada autonomía de 1897, dando simultáneamente un vuelco el destino de Puerto Rico. Fue testigo de una invasión norteamericana que sofocó las esperanzas de renovación política y rompió el desarrollo de la incipiente, pero pujante desarrollo agrícola y económico del país de finales del siglo XIX.
Como musicóloga y pianista, Beethoven fue su músico predilecto y se refería a él como “el coloso del ritmo y la armonía”. Poeta, periodista, feminista, educadora, ferviente católica e independentista de corazón, en su época supo ganarse el respeto, afecto y admiración de escritores, artistas, músicos, políticos de todas las tendencias, como la de la ciudadanía en general. Margot Arce de Vazquez, resaltó su influencia al afirmar “fue guía espiritual de varias generaciones de puertorriqueños”.
En este afán de espantar el olvido echemos una breve ojeada sobre la Trina cultural musical y feminista que invita a seguir indagando sobre su vida. Si nos preguntamos ¿cómo era Trina?, ella misma nos ofrece su retrato apalabrado: “Yo nací enamorada del Arte, y siempre estoy enamorada de todo aquello que impresiona mi imaginación, de la lluvia, del árbol, de los nidos, de los seres de talento, románticos, como yo, de los niños, que adoro, de las flores, de la vida, en fin, que amó con todos sus dolores: amó todo lo bello, todo lo hermoso, odio lo vil, la doblez, la mentira y, sobre todo, amo el silencio”.
Nació en la abundancia bajo la dominación española. Sin embargo, de adulta sufrió la estrechez económica, una dolorosa viudez y la angustia de una patria invadida. Escribía bajo el pseudónimo de La Hija del Caribe, y ante la orfandad de las instituciones culturales que entonces eran inexistentes, va defender con pasión el talento joven de artistas, escritores, músicos convirtiendo su hogar en un centro cultural vibrante.
El periodista y escritor arecibeño Torres Mazorana que la conocía desde niño, fue otro de los que dejó testimonio del enlace vital de Trina La Hija del Caribe entre dos genraciones de patriotas. Los que heredó de su padre, José Gualberto Padilla, El Caribe, en el siglo XIX y la próxima generación de patriotas que ella cultivo y siguieron el camino de la afimación puertorriqueña en el siglo XX.
“Alma y casa de doña Trina eran residencia de las Bellas Letras, de la música, y de todas las manifestaciones del arte, desde fines del siglo XIX traía la estrella de su padre, don José Gualberto Padilla. Por esa aristocracia del espíritu estuvo estrechamente unida a la ilustre generación que surgió después del 87. Era íntima de Muñoz Rivera y José de Diego. Conoció y admiraba a Eugenio María de Hostos, Se codeaba y trataba de tú a tú con a Coll y Toste, y Zeno Gandía, No había persona de letras o artistas que pasará por Arecibo sin hacer su primera visita en Casa de Doña Trina”.
Algunas de las personas que la visitaron fueron Eugenio Julia De Burgos, Concha Meléndez, Margot Arce de Vázquez, Carlos Gardel, José de Diego, Albizu Campos, Rómulo Betancourt (luego presidente de Venezuela), Luis Muñoz Marín, Luis y Gustavo Palés Matos, Juan Ramón Jiménez (Premio Nobel de Literatura, 1956), Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura), René Marqués, Fernando de los Ríos, Francisco Manrique Cabrera, Eliza Tavares, y muchas otras personalidades.
Su amigo el pintor José R. Oliver deja constancia de la influencia que ejerció no solo entre los intelectuales, sino el vínculo de Trina con el pueblo arecibeño: “La casa de Trina era el lugar del contacto para el intercambio cultura. Y era también hospitalario para recibir a los personajes más pintorescos y trashumantes de las calles de Arecibo, el cartero “Mayías”, divulgador de los acontecimientos sociales, el espiritista, el limpiador de pisos, la vendedora de helechos, los revendones, los mendigos, el quincallero. Todos y cada uno de ellos recibía un trato y atenciones de respeto porque para ella, su máxima era hacer felices a los demás. Por eso nunca se cansó de sembrar la bondad en su largo recorrido por la vida.
No hay forma de enumerar y contabilizar lo que hizo con pasión durante toda su vida por el bien de la cultura al proteger, colaborar y prestigiar el talento creador de tantos hombres y mujeres. Luchó por el fomento de las artes, que el país se integrara a todas las manifestaciones de la cultura”
La Trina Musical…
Su presencia e influencia como maestra de piano, se magnifíca al saber que tuvo mil estudiantes de piano en sus 40 años como maestra en Arecibo. Su labor como educadora lo expresa con gracia cuando afirmaba “una ecuación al final de 1,000 alumnos y un millón de escalas”. Si, mil alumnas de piano, todo un Conservatorio. Había ayudado a formar maestras de piano, alumnas aventajadas e impulsar una cultura musical en el pueblo. Pero su influencia va más allá, le interesó crear conciencia, educar, desafiar la ignorancia, formar almas.
En un artículo publicado en el 1933, lamentablemente vigente, Trina en favor de nuestros artistas, arremete contra el gobierno ante la falta de apoyo a los músicos del país: “Parece mentira que, en un país, como el nuestro, donde se legisla tan fácilmente, para cosas que más bien que elevar, corrompen el acervo espiritual de un pueblo, no exista siquiera una Casa de Música, que así podría llamarse, mientras tomara carta de naturaleza entre nosotros, y se procediera a la erección de un conservatorio nacional”.
Y abunda en ese mismo artículo: “La música que forma la cultura de los pueblos, no se reduce solo a los virtuosos o concertistas que viven del arte. Ya sabemos que nos visitan con inusitada frecuencia artistas de valía. Muy bien., y nos sentimos entusiasmados, pero eso sólo lo pueden pagar unos pocos y son visitas efímeras… Pero hay que educar al pueblo, darle la oportunidad de que se instruya en el divino arte, y esto sólo puede hacerlo la fuerza… espiritual de un Conservatorio”.
Como defensora del talento denuncia y se indigna de que los hermanos Antonio y Amalia Paoli, Elisa Tavarez, etc. no se les reconocieran y no estuviera enseñando en las aulas … y finaliza el artículo afirmando “sin música no hay alegría, no hay aroma, no hay color”.
Su “devoción al servicio” su noble empeño de ser útil a los demás, el respeto a la labor creadora, y la defensa incólume en pro de la cultura del país propició que Trina Padilla en el siglo XX patrocinará y defendiera a infinidad de artistas. Trina, siempre servicial y hospitalaria, estuvo disponible para estudiantes amigos y maestros que aprovechaban las facilidades de su biblioteca. Los estimulaba en la vocación literaria conversando con ellos y ofrecía clases de piano gratuitas a niños de escasos recursos económicos. Por ello “dedicaba gran parte de su tiempo a buscar becas para jóvenes talentosos o impulsar sus carreras. Podemos mencionar algunos: los cantantes de ópera Antonio (1871–1946) y Amalia Paoli, (1861–1941. El escritor José Limón de Arce, (1877-1940 (cigarrero de oficio). Carmen Alicia Cadilla (1908-1994). Clemente Pereda (1867-1944). Además de Margarita Callejo entre otros.
Aproximadamente para el 1938 se organizó en casa de Trina el grupo Teatral Areyto. Sobre el libro del folklore que recogió y publicó, Carmen Alicia Cadilla (1908-1994). Me contaba mi madre, que Agustina, la cocinera de abuela Trina, entre ollas y especies le recitaba a Cadilla fracatán de ellos para el libro. En toda la casa la cultura era protagonista, y se sentían a sus anchas la música, la poesía, el arte y la solidaridad.
Para el 1932 es cofundadora del Colegio San Felipe de Arecibo. Su constante quehacer cultural y educativo, literario era tan diverso y amplio que recibe múltiples reconocimientos en y fuera de Puerto Rico”.
Trina feminista…
Las mujeres defenderemos la cultura. En febrero de 1918 escribe un artículo dirigido a la Cámara de delegados solicitando protección para el joven y talentoso pintor Oscar Colón Delgado (1889-1968). En ese artículo advierte en el párrafo final a los políticos- hombres, que las mujeres defenderán la cultura.
“Y si nuestros campeones puertorriqueños no dan oído a este importante asunto, preciso será que nosotras, las damas feministas tomemos a nuestro cargo el elevar el arte en nuestra tierra como un medio de emancipación natural, para crear un ambiente que está pidiendo a gritos nuestra cultura”.
En ese mismo artículo su arenga va de la mano de su compromiso fomentemos las artes: “Levantemos un museo de pintura y escultura. Con eso hacemos más patria, que con polémicas personales”.
Sus múltiples obligaciones de jefa de familia, no la privarán de involucrarse en las causas feministas, culturales, educativas, cívicas, religiosas, políticas y sociales del país. La distinguida periodista Ángeles Negrón Muñoz, hermana de la poeta Clara Lair (1895-1973), reconoce su labor feminista al afirmar: “La Hija del Caribe, pertenecía al exiguo grupo de puertorriqueños que desde el primer momento se dieron al servicio de la causa de la mujer en la isla.”
Su amor a la patria, a la familia serán su mejor escudo para enfrentar y barajear sus alegrías y sus penas. Fue partidaria de la causa de la mujer en la isla. Ingresó en la primera organización feminista, y fue presidenta de honor de la Asociación Insular de Mujeres Votantes. Su bien ganado prestigio se confirma por los innumerables artículos y semblanzas que se escribieron sobre Trina ante su muerte. En el funeral de doña Trina, la Sra. María Arroyo de Colón, directora de la Asociación de Maestros la calificó como “La mujer más ilustre de nuestro tiempo y el más alto símbolo de espiritualidad femenina del país”. Trina ingresó en la primera organización feminista como Presidenta de Honor de la Asociación Insular de Mujeres Votantes. Su vida personal fue ejemplo de esa fe en sí misma y el reconocimiento y defensa en la capacidad de la mujer.
Su visión feminista, la defensa de la mujer trabajadora merece mayor estudio. Escribió en la prensa numerosos artículos valientes en defensa de la mujer. Como católica de profundas convicciones, se preocupó de la moral de la familia puertorriqueña. Conmueve saber cómo sus propios problemas no la incapacitaron para identificarse con el dolor ajeno.
Como feminista este poema titulado “Ingratitud”, sirve para entender su visión solidaria y justiciera en pro de la mujer trabajadora ante el desprecio de los hombres.
Ingratitud…
Hombre
Tú me has visto curvada en el sendero
abonando la espiga;
bajar a las entrañas de la tierra
siniestra de la mina.
Me has visto uncir la yunta
Y extraer de la ubre sonrosada
la espuma que agoniza.
Me has visto hilar el lino
Y en el sopor del mar soportar la fatiga.
He sido la cuna de tus hijos
ocultando dolores y desdichas.
Nada te ha conmovido. Y sin embargo…
Yo te he dado la aurora de mi vida
- Trina Padilla de Sanz, La Hija del Caribe
José Romeu escribe un artículo homenaje en la Revista Boricua a un año de su muerte en el que recuerda: “Aún después de cumplidos los 90 años, La Hija del Caribe seguía con su labor literaria y recibiendo homenajes de todas partes. Uno de los homenajes más significativos lo recibió de la Revista Argentina Para Ti. En la que publicaba su foto, su vida en compañía de las mujeres más famosas de América. Muere en abril y sus funerales fueron de profundo dolor en el país. Uno de los primeros mensajes en llegar fue el del poeta español y Premio Nobel de literatura de Juan Ramón Jiménez que entonces vivía en nuestro país, dirigido a mi colega y amiga.
Uno de los escritores que estuvo estrechamente ligado a Trina, fue el escritor y dramaturgo René Márquez (1919 – 1979). Arecibeño ferviente admirador y pariente, escribió en El Mundo, en diciembre de 1947, sobre La Hija del Caribe. Además realzando el gozo patriótico de Trina cuando afirmó: “La Hija del Caribe reconoce el mérito ajeno en privado y en público. El descubrimiento de un escritor de talento le causa tanta alegría y satisfacción como la que puede experimentar un minero al encontrar un rico filón metálico” de La Hija del Caribe. Desde su juventud, fue Trina quien lo alentó a seguir su vocación literaria, en lugar de estudiar agronomía como le interesaba a su padre.
El 5 de diciembre de 1947, en el Casino Español de Arecibo le rindió un homenaje a Trina y a María Cadilla de Martínez. Y es René Márquez, quien esa noche dicta una conferencia en honor a Trina, que se publica en el periódico El Mundo. Su escrito nos permite asomamos a su mirada. Una de las cosas que describe es el hogar de doña Trina (fragmento). La vieja casa solariega, con los árboles del patio español sombreando la fermosa galería de columnas. Donde la yedra y las enredaderas han cubierto con su tapiz de naturaleza verde y lozana los viejos ladrillos de la casona, vive y reina esta mujer puertorriqueña.
Ambiente extraño a nuestro mundo de frías fórmulas y de arquitectura hermética de invernadero. Casona que abre su espacio en un abrazo fraternal al transeúnte, identidad absoluta entre la casa y su habitante. Al fondo de la galería, el despacho de la poetisa. Pieza atestada de cuadros, bustos, diplomas, retratos y autografiados. Testigos mudos de una vida fértil de creación constante. Junto al blanco ventanal de ventanas y ante su vieja máquina Remington teclea diligente La Hija del Caribe. Su cabello blanco balanceándose enérgicamente nos haría pensar en la melena de un león mitológico, si el rostro al cual sirve de marco no resultara tan suavemente humano… Mujer que a los 80 años no ha perdido la innata coquetería de su sexo.
La hija del Caribe es tan hija del Caribe en su hogar íntimo, como en uno de sus libros de poemas. En público o en privado se da entera prodigando una personalidad exuberante polifacética que subyuga por igual a todos… Y la llama” poetisa, pianista, periodista, maestra de piano, musicóloga, patriota, mujer hasta llegar al límite más exquisito de su sexo.
Mujer que ha planteado en la cúspide de nuestro aprecio y nuestra veneración el prestigio de la mujer puertorriqueña. Y es optimista, esa suave ironía con que La Hija del Caribe se enfrenta a problemas que habrían aplastado a todo un hombre. Es la más noble lección de ancianidad gloriosa y sabia a una juventud demasiado tímida y recelosa de su propia fuerza. El alma joven de La Hija del Caribe es el tributo de la Naturaleza y de Dios a una vida fructífera que ha conocido la alegría. Pero que nunca, nunca ha conocido lo que es el miedo o la derrota. Ella que ha sido prodiga y generosa en su vida, lo es también en su pensamiento sereno de su muerte.
Hay justicia poética cuando, dicha casona, hoy convertida en Casa Museo en la calle Gonzalo Marín # 20-2 C, fue lugar de contacto para el intercambio y efervescencia cultural y política. Hay la voluntad y sentido de misión para estimular la vida cultural arecibeña y dar a conocer a las nuevas generaciones la vida de Trina. Para el mes de junio los agitadores culturales de Arecibo, Luis Curbelo, Orlando Marina, sus bisnietas Elsa y Teresa Tió. Además de Yolanda Suarez y los directores de Casa Trina, el Municipio de Arecibo, Irma, Rosa Rebecca, Marta Santos de Arecibo histórico, etc. Se han dado a la tarea de recordarla para recuperar su vigencia y aportación. Hay mucho que conocer de esta noble y valiente mujer, como de su generación que defendiendo la cultura con un amor.
Felicito al Periódico Adoquín Times por recordar la extraordinaria vida, talento y PATRIOTISMO de Trina Padilla de Sanz, «La Hija del Caribe». Una gran alegría leer su presentación. Con amor y aprecio de toda su familia- descendientes y amigos de Trina Padilla, Yolanda Suárez-Crowe