El hallazgo de un recuerdo
“Que de vueltas y vueltas que da el tiempo antes de detenerse a ser destino” dijo en verso mi padre, Salvador Tió Montes de Oca. Versos que ilustran el relato que les voy a contar, que lo soñó mi imaginación, que está emparentado con el realismo mágico, y por eso mismo es muy real y como si fuera poco, sucedió.
Real, porque luego de 50 años, en aquel botellón de vino apalabrado que lancé al mar, tal vez para liberar penas, tal vez para divertirme, y en un gesto romántico buscarles un refugio a mi melancolía y secretos, escondí aquella carta, o nota o poema inconcluso que resistió las inclemencias del mar y del olvido.
Y siguió en el tiempo dado tantas vueltas, que la di por perdida. Sin embargo, algo en mí no se rendía: más de una vez pensé que no naufragó, que alguien encontraría en aquel botellón aquella nota desaliñada y misteriosa. Tal vez por ello cuando la escribí, un 9 de junio de 1970, añadí mi remitente, que consistió en mi nombre, dirección, y mi país de origen. En la arqueología de mis sueños escondía una esperanza.
Todo empezó hace medio siglo cuando don Edwin Roig me invitó en el verano del 1970 a ir con su familia a Italia. Zarpamos en el barco Leonardo da Vinci y partimos del puerto de Boston rumbo a Italia; fue una ruta maravillosa, un recorrido de ensueño, divertido, de canciones La Prima Cosa Bella El hallazgo de un recuerdo.
Los hippies estaban en boga por toda Europa; vendían sus artesanías en las plazas; a flote estaba la alegría; uno no se cansaba de caminar por las hermosas y vibrantes ciudades europeas, tan llenas de canciones, bailes, museos y librerías; el boom literario estaba en su apogeo, la ropa la comprábamos y regateábamos por las calles, pero nunca le regateábamos al tiempo llenarnos los ojos de paisajes.
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Y ocurrió que el barco se detenía por muchísimos puertos italianos, y mi querida amiga Chela Roig, amiga desde la escuela superior, que en el primer año de la Universidad de Puerto Rico coincidimos en casi todas las clases, afianzando una amistad que sigue imperturbable, no dudó en acompañarme en esa ceremonia de lanzamiento.
No sé si fue que bebimos de aquel botellón de vino, que recuerdo gordinflón cubierto de paja, lo que sí recuerdo es que ya vacío, hicimos una ceremonia en la que Chela fue cómplice, como madrina oficial en esa quijotesca aventura marina.
Y desde una borrachera emocional, no exenta de espíritu, burlón y solemne a un mismo tiempo, a toda prisa escribí una nota alocada, dramática, triste, enamorada, misteriosa, para que flotara a la deriva de mi corazón, y la arrojé en medio del océano, esperando que en algún lugar remoto del mar Mediterráneo fuera rescatada. Y con aires de solidaridad mis compañeros de viaje disfrutaron de mis misteriosas y alocadas pretensiones. Pasó el tiempo y la memoria flotó a la deriva hasta hundirse de cansancio, náufraga, perdida en el mar de mis recuerdos, esperando ilusamente ser rescatada.
Ahora es que empieza la verdadera historia de esta travesía, porque 50 años más tarde, con vocación de paloma mensajera acaban de regresar a mí con ademán poético aquellas palabras, o poesía inconclusa que lancé al mar.
Pero lo realmente prodigioso es que un pescador italiano, llamado Antonio Deroma, cuenta que se la dio su amigo, llamado Franco, ya fallecido, a quien parece que le gustaba pescar peces y versos. Y me escribió que la encontró en el golfo di Oristano, “in Sardegna, dentro una bottiglia”.
Y me imagino el encuentro del pescador con aquel botellón romántico preñado de palabras, que lancé al mar de las pasiones, de mis secretos, de mis tristezas, de las esperanzas, y del misterio. Regresármela es una manera de volverme a encontrar conmigo misma.
Sin embargo, lo asombroso de esta historia no fue arrojar un botellón con una carta adentro: lo fascinante fue que alguien encontrara el botellón y lo abriera para buscar lo que había adentro; lo prodigioso fue que guardara aquel humilde papel por medio siglo; supongo que algo le sugirieron mis palabras. Y lo poético es que un joven pescador, de otra generación, apreciara las cosas que nos regala el mar y se molestara en buscarme.
Tenían que hallarse en aguas italianas, en el país del Dante Alighieri, el que le decía a la Beatrice, “vive ardendo et non sentire el male:” Un mediterráneo de tantas formas parecido a nuestra isla caribeña, de mar a mar nos encontramos.
Pero esta travesía apalabrada tiene otro momento milagroso y es que del universo de personas que hay en las redes sociales; de los millones de habitantes que hay en Puerto Rico. El amigo pescador, Antonio Deroma, me pescó por casualidad cuando se comunicó por Facebook; con mi querida amiga Chela Roig. La cómplice de la ceremonia, la misma compañera del viaje a Italia, la misma que me acompañó a lanzar el botellón al mar; la misma que me avisa que un italiano tiene una carta de hace 50 años y quiere comunicarse conmigo.
Pero lo más emocionante, seductor y maravilloso que sale a flote en esta historia es la fina sensibilidad de Antonio; el pescador, que, con su alma de poeta, rescató un recuerdo evitando que desapareciera en las aguas desnudas del silencio. Y navegando por las redes sociales, inesperadamente me devolvió mi carta y escribió:
Ciao Elsa, un giorno un mio amico di nome Franco, che adesso purtroppo è venuto a mancare; mi fece vedere una lettera che trovò tanti anni fa al mare; nel golfo di Oristano, in Sardegna, dentro una bottiglia. Ti mando la foto, Spero ti faccia piacere… Un caro saluto.
(Hola Elsa, un día un amigo mío llamado Franco, que lamentablemente falleció hace poco; me mostró una carta que encontró hace muchos años en el mar, en el Golfo de Oristano; en Cerdeña, dentro de una botella. Espero que les guste … Mis mejores deseos.)
Tal vez porque me he dedicado a espantar el olvido, celebro que regresara a mí ese recuerdo, porque las cosas improbables fortalecen los sueños. Me despido como empecé, pero con un verso mío: “en el fondo del recuerdo se cumple la memoria”.
Gracias, Antonio, porque en medio de esta terrible pandemia, en un mundo tan descreído de tantas veces ajeno a la luz interior de las estrellas; a la luna arenosa que mira de reojo, nos has regalado un canto de ilusión y de esperanza.
Elsita que linda historia, me hizo el dia. Saludos, Irma Valldejuli
Inolvidable experiencia que hemos vuelto a vivir, Bellamente narrada! Gracias Elsa Josefina!
Me encantó! Tremendas compañeras! Me imagino la gran sorpresa de Chela! Precioso! La Jossie desde NYC
Elsa, me ha encantado el relato. Los sueños, sueños son,
pero en ocasiones se convierten en realidades en el momento menos esperado. Te felicito Haydée Reichard
Elsa, me ha encantado el relato. Los sueños, sueños son,
pero en ocasiones se convierten en realidades en el momento menos esperado. Te felicito Haydée Reichard
Elsita, que gran historia. Me llego por medio de Joe Honore, companero de San Ignacio de tu hermano, Merecordo de nuestra juventud de hace mas de 50 anos. Carinos, Alfredo Axtmayer
Alfredo y Joe que alegría saber de ustedes claro que te recuerdo y gracias a todos por sus mensajes , vivan los milagros apalabrados y el pescador ,Antonio Deroma, protagonista de este hallazgo
De película de fantasía, ¡qué maravilloso! Me trajo a la mente una nota que mi mamá encontró en la caja de un turrón cuando yo era chiquita. No recuerdo lo que decía ni lo que hizo mi madre.?Tengo curiosidad, ¿por qué la foto del viaje de ustedes salió en un periódico? (Creo que es el San Juan Star).
Hola Elsa, un emocionado saludo luego de encontrar, por pura casualidad, en algo parecido al de encontrar tu botella en tan bello relato, me fue encontrar a la hermana de mi amigo SalvadorTito Tio, a quien no veo desde 1968 cuando coincidimos como miembros de la Guarda Nacional Aerea en la antigua base Ramey en Aguadilla, Puerto Rico.
Les envio desde Ponce, un fuerte abrazo a ambos!
Ivan Pacheco