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José Gualberto Padilla “El Caribe”: Muerte de un poeta

José Gualberto Padilla “El Caribe”

Himno de Puerto Rico

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Imagen: A principios del siglo XX, se estima que el pintor arecibeño, José Cuchí y Arnau pintó al óleo un retrato de El Caribe que ocupó un lugar especial en la sala de la casa de Trina Padilla de Sanz en Arecibo. 

Por Yolanda Suárez-Crowe, tataranieta de El Caribe.

José Gualberto Padilla fue uno de los poetas más importantes en la historia cultural puertorriqueña.  El distinguido filólogo y crítico literario Julio Cejador y Frauca en su libro Historia de la lengua y literatura castellana, publicado en el 1918, afirmó lo siguiente:

“José Gualberto Padilla escribió poesías de variada entonación y metros, sobresaliendo en la sátira benigna, según su natural ahidalgado y generoso, bien que pulverizando a los atrevidos soberbiosos, con su chispeante ingenio; y no menos en la fábula y en la elegía.  Tuvo maravillosa afluencia versificadora, naturalidad, elegancia, vis cómico-satírica y maneja el tesoro del idioma con soltura, despilfarro y donaire. Acaso le gane en lo humorístico Batres Jáuregui; pero véncele en riqueza de vocabulario castizo.  Fue de los más sobresalientes satíricos americanos y tiene trozos que pueden parearse con los mejores que en España se escribieron durante el siglo XIX”.

Tarde o temprano la muerte nos llega a todos. Solo queda el recuerdo, la memoria perdura en el tiempo; pero cuando un poeta muere y se olvida, eso es otro asunto.  Pedro Salinas afirmó que el poeta nos lleva a “una aventura hacia lo absoluto” para encontrar la “esencia de la realidad”.  Sin poesía se pierde esa esencia de ser.  Se pierde nuestra historia.

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José Gualberto Padilla, bajo su seudónimo El Caribe, esgrimió su palabra revolucionaria para combatir los desmanes de la monarquía española. Muchos escritores puertorriqueños usaban seudónimos para evitar represalias y castigo.  Padilla y otros patriotas fueron encarcelados a raíz del Grito de Lares.   Padilla es hoy uno de los “olvidados”, y quien en un tiempo pasado defendió con su pluma los valores más nobles: Patria, Libertad y Justicia. Como médico alivió el dolor ajeno del enfermo, el pobre y el desvalido.  Murió hace 127 años el 26 de mayo de 1896. José Gualberto Padilla resaltó amor y aprecio a nuestra patria y su historia. Su palabra sembró y cultivó el orgullo en el corazón de todos los puertorriqueños. Muchos conocían sus versos de memoria y los recitaban como antídoto a la ignorancia y la ofensa.

La historia también se olvida cuando el nombre de José Gualberto Padilla se borró del edificio escolar, en Vega Baja, inaugurado en el 1908, para dar honor a su memoria. Hoy día se observa el edificio alterado con una capa de pintura que esconde el nombre de José Gualberto Padilla, una figura histórica que defendió tanto a Puerto Rico.

José Gualberto Padilla “El Caribe”

La muerte y entierro del doctor José Gualberto Padilla fue un acontecimiento y su descripción fue detallada en la prensa de su tiempo.  Puerto Rico perdió una figura transcendental, de aquellas que rompen el molde y dejan una huella imperecedera.  Destacó por sus poemas que elevaron el sentimiento nacional de los puertorriqueños en el siglo XIX. Su altruismo fue motivo por la cual el gobernador general de Puerto Rico, en comunicación el 27 de noviembre de 1875, recomendara para la Cruz de Comendador de Isabel la Católica a D. José Gualberto Padilla, entonces Alcalde (pro-bono) del pueblo de Vega Baja, y afirmara: “que siendo propietario se ha distinguido y distingue por sus servicios en bien de España y de Puerto Rico”.  José Gualberto Padilla no recibió la distinción de la Cruz de Comendador de Isabel la Católica porque el gobierno español consideraba a Padilla hostil a la nación española y conocía la reputación que gozaba Padilla en defensa de la libertad y la independencia; razón por la que fue encarcelado en Arecibo, a raíz del Grito de Lares, junto a otros patriotas puertorriqueños en el 1868.  Padilla había sido Presidente de la Junta Revolucionaria del Grito de Lares en Vega Baja.

Heredamos de José Gualberto Padilla su lira, en defensa ante el insulto, agravio y pedantería del poeta español Manuel del Palacio.  Combatió cada estrofa de Palacio verso por verso. El pueblo de Puerto Rico celebró esta contienda que luego quedó impresa en el libro Para un Palacio un Caribe.  El Caribe escribió el Canto a Puerto Rico en donde versificó la belleza de nuestra isla tropical y su historia. Hubiese sido su magnum opus, pero la temprana muerte de su hijo dejó el Canto a Puerto Rico inconcluso.

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Pero vamos a relatar los antecedentes, muerte y entierro del poeta El Caribe, que describió la prensa del siglo XIX.  La prematura muerte de su joven hijo de 24 años, José “Pepito” Luis Padilla Otero en 1890, marcó el principio de los pesares que ensombreció el ánimo de El Caribe, extendiéndose por seis años hasta su final.  Pasados dos años, de la muerte de “Pepito” en el 1892, El Caribe corta su silencio cuando responde a la Sra. Monreal para excusar no haber escrito los versos pedidos para su álbum: El Caribe dice que no ha sido por olvido o por “falso amigo” sino por la “agonía del tanto padre y médico a par sufrida sin saber porque la inspiración y la complaciente musa está llorando y rehusa complacernos a los dos”.  Padilla, deprimido con “dolor insano” había guardado su pluma.  Los siguentes años extienden esa tristeza llenando nuevamente de luto a Padilla con la muerte de sus queridos hermanos.

José Gualberto Padilla pierde a su hermano menor Cristino en el 1892. Dos años después en el 1894, “otro inmenso dolor viene a abrir el libro de los recuerdos” con la muerte de tres de sus hermanos: Rosenda, Antonia, y el sacerdote, Manuel Padilla Alfonso.  La muerte de Rosenda, la primogénita hija de la familia fue un golpe fuerte e insuperable para el poeta Padilla, porque consideraba a Rosenda más que una hermana, como una madre que pudo llenar el espacio de soledad cuando perdieron a su madre (Trinidad Alfonso Ramírez en el 1867).  La Correspondencia de San Juan revela la triste noticia: “Apenas el amigo Padilla ha tenido tiempo de consolarse de la pena de su hermana, doña Rosenda, que era para él como cariñosa madre, acaecido hace pocos días, un nuevo golpe viene a acibarar su existencia”.  Antonia muere once días después de la muerte de Rosenda.  La tristeza se acrecienta cuando el quinto bebé, nieto de El Caribe y primer varón de Trina Padilla Otero y Ángel Sanz Ambrós, llamado José Ángel, muere de meningitis, a los seis meses de nacido, marcando el luto por cuarta vez en ese penoso año de 1894.

El poeta José Gualberto Padilla, está abatido y enfermo… la prensa informa el 17 de julio de 1895: “Se encuentra enfermo en Vega Baja, el popular poeta nuestro querido amigo el doctor José Gualberto Padilla, conocido generalmente con el pseudónimo de El Caribe.  Hacemos votos por su pronto restablecimiento”. Dos meses después, en septiembre, El Caribe acompañado de su hija Amparo viaja de San Juan para pasar una temporada en el balneario de Coamo, en esperanza de una mejora que lo elude.

 

José Gualberto Padilla “El Caribe”
Pintura de El Caribe por Francisco Oller.

 

Entrado varios meses en el siguiente año de 1896, observamos que el sentido de humor ante el cercano final de su vida, el poeta resuena por última vez; y la prensa relata el siguiente suceso:   “Se nos asegura que el día en que el general llegó a Vega Baja, el doctor Padilla- ya cadavérico- hizo colocar un sillón en la puerta de su vivienda y tomó asiento en él a fin de presenciar la entrada de S.E. En eso le entregaron un periódico de la Capital; y al darle una ojeada el doctor tropezó con la noticia de que la Compañía de ferrocarriles, accediendo al deseo de varias personas, había dispuesto la salida de un tren especial para que sus amigos y admiradores de San Juan pudieran asistir a su entierro.  Llamó a su hija predilecta, Ana María, y le mostró el periódico diciendo: -Mira que noticia trae acerca de mi”.

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La prensa anunció: “Última hora: En estos momentos nos comunica el telégrafo la fatal nueva de haber exhalado el último suspiro, durante la noche de ayer, en su residencia de Vega Baja, el egregio poeta don José Gualberto Padilla, que tan famoso y popular hizo el pseudónimo El Caribe. Puerto Rico está de luto. Sin tiempo para consagrar a la memoria del ilustre finado, el profundo homenaje de nuestra admiración y de nuestro cariño, nos limitamos, por hoy, a enviar a su desconsolada familia el luctuoso testimonio de nuestra inmensa pena. Mañana, entre 9 y 10, debe de verificarse el entierro. ¡Paz a los restos del puertorriqueño dignísimo, gloria del terruño”! La Democracia el 26 de mayo de 1896.

José Gualberto Padilla, enfermo de tuberculosis, muere a los 67 años. En Noticias Generales la prensa informó: “El miércoles 27, por la tarde recibieron piadosa sepultura en el Cementerio de Vega Baja los restos del doctor Padilla. El cadáver, fue encerrado en un sarcófago de plomo”- (costumbre antigua del tiempo de los romanos para preservar el cuerpo difunto de personas que tenían valor significativo en vida y a la vez detener el deterioro climático y contagio de enfermedades), y “a su vez fue colocado en una severa caja”, y expuesto en una de las habitaciones de la casa mortuaria.  La multitud aglomerada en la calle trataba de despedir al poeta “esclarecido y al filántropo generoso”.

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Seis amigos condujeron en hombros el ataúd hasta el vestíbulo de la iglesia.  El féretro estaba cubierto de flores y de coronas enviadas del Ateneo, Montepío Médico Farmacéutico, Compañía de ferrocarriles y el periódico La Democracia. “Todos los comercios permanecían cerrados en señal de duelo; de los campos acudía multitud de gente, ansiosa de dar su última despedida al constante bienhechor de las clases desheredadas. El entierro del doctor Padilla no revistó mayor solemnidad y lucimiento a causa de una lluvia torrencial que comenzó a las cuatro de la tarde, hasta el oscurecer”.  Sin embargo, según la prensa: La tristeza del cielo se unió a la tristeza de la tierra.  Señaló además que durante el entierro se obsequió una hoja impresa de frases y pensamientos suscritos del eximio cantor de Puerto Rico.

En otra publicación podemos ver la emoción y respeto a Padilla evidente en el relato sobre una campesina llamada Juliana Orama que conoció y quería honrar la memoria del doctor Padilla.

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El día del entierro en Vega Baja se organizó una petición de un peso como máximo para comprar una corona y depositarla sobre el féretro.  En pocas horas se abonó una suma significante, por la simpatía que existía por Padilla entre todas las clases sociales. Como la colecta excediera en mucho a la cantidad necesaria para la corona, los recaudadores dispusieron que el sobrante se repartiese entre los pobres, como así lo hizo Don Francisco Náter en su farmacia. Pues bien; una infeliz mujer, llamada Juliana Orama que libra la subsistencia manejando la azada en las haciendas contribuyó con un peso, y como don José Náter tratase de devolvérselo, fundándose en la situación precaria de la infeliz y en que dicha cantidad era demasiado alta para ella, negóse absolutamente a admitirla, y dijo que de todas maneras quería contribuir, pues apreciaba mucho al doctor y le debía muchísimo más que eso.

 

Busto de El Caribe realizado por Torquat Tasso y Nadal.

Dos días después de la muerte de Padilla, el periódico informa que: “En nuestras ediciones sucesivas nos proponemos insertar los versos de El Caribe que conservamos.  Así la juventud que apenas conoce la obra del gran poeta, podrá apreciarlo en todo lo que vale por la corrección de su estilo y la alteza  de su inspiración”.  Pasando al mes entrante, La Democracia el 4 de junio de 1896, informa que el Ateneo Puertorriqueño anuncia haber encargado un retrato al óleo de El Caribe, para colocarlo en su galería de contemporáneos ilustres puertorriqueños. El Ateneo asignó el trabajo al notable artista dominicano, Juan Bautista Gómez. Afortunadamente, cinco meses después, la Directiva del Ateneo informa haber encomendado al celebrado pintor puertorriqueño, Francisco Oller el retrato al óleo de El Caribe.

Oller había estado fuera del país cuando murió Padilla.  Cuando regresa a Puerto Rico, después de su estancia en París, inicia la encomienda del Ateneo.  Es extraordinario el relato que aparece en la prensa en 1897 porque describe el proceso creativo del artista Oller al pintar el retrato de Padilla.  Oller conoció bien a José Gualberto Padilla y “dependiendo de su memoria, más la ayuda de fotos y consulta con la familia” pudo pintar una “imagen fidedigna de El Caribe”.  La prensa acertó diciendo que el “parecido retrato era perfecto”.  Es impresionante la descripción que escribió Manuel Fernández Juncos cuando visita el estudio de “Frasquito” Oller con el propósito de presenciar el inicio del referido retrato encomendado por el Ateneo.

“Cuando visité su estudio, en días pasados, allí estaba ya El Caribe con su arrogancia propia, su mirar sugestivo, sus facciones enérgicas, vigorosamente acentuadas y de un conjunto a la vez imperioso y simpático.  No había detalles aun en el boceto.  La anatomía pictórica predominaba sobre el análisis artístico, había dureza en los trazos y falta de gradación en el color; pero Padilla estaba ya indicado allí, no solamente en sus rasgos físicos principales, sino también en su fisonomía moral.  Oller todavía no estaba satisfecho.  Revolvía y confrontaba fotografías, apelaba a sus recuerdos é impresiones, interrogaba, evocaba, y así fue dando relieve y consistencia á su obra de reconstitución.  Felicité al maestro y le dejé en lucha franca con las dificultades de su obra.

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Cuando volví, algunos días después, ya encontré al Dr. Padilla vivo, gallardo, radiante, en actitud de hablar, de recitar versos, tal como le conocí cuando escuchaba con atención y respeto sus primeras lecciones. Está de pie, con una cuartilla en la mano, junto á una mesa de tan bien estudiada perspectiva, que parece que se sale del marco, ostentando, en primer término, un papel en el que se leen aquellos dos versos famosos: los grandes sólo son grandes / para aquel que se arrodilla.

pensamiento de Víctor Hugo admirablemente parafraseado, versificado y aplicado por El Caribe en una de sus más populares producciones. Oller ha trabajado con verdadero amor en este lienzo. Es el primero que pinta después de su viaje a París, en donde ha estudiado la escuela impresionista, hoy en auge, y que ha producido verdadera revolución en el modo de ver y pintar.  El artista puertorriqueño estudió esta evolución artística, tomó de ella lo fundamental, lo discreto, sin dejarse llevar de las exageraciones de toda escuela naciente, y ha modificado su manera, con grades ventajas para la luz, que es el alma de las creaciones pictóricas. En el retrato de Padilla se advierte notablemente la influencia de este viaje artístico de Oller y además del mérito propio del retrato y del poeta insigne a quien representa”.  La Correspondencia de Puerto Rico. enero 10 de 1897.

La Estatua de la Libertad, inaugurada en 1886 (diez años antes de la muerte de Padilla), no estaba dibujada todavía cuando Manuel Fernández Juncos visitó el estudio de Oller. Oller, como Padilla, defendió la abolición de la esclavitud.  Existía una afinidad ideológica por la libertad, amor y orgullo a la patria puertorriqueña, a nuestras costumbres, su topografía, su flora, frutos y su historia. Padilla lo versifica y Oller lo representa pictóricamente en sus imágenes realistas de paisajes, frutos, y costumbres.  Aunque se desconoce con certeza la afiliación política de Oller en cuanto a la asimilación, autonomía o independencia de Puerto Rico, su obra artística representa el desarrollo de nuestra cultura e identidad puertorriqueña de esa época. Oller simpatizaba con los ideales de libertad. Era amigo de Betances, y de varios autonomistas, entre ellos Baldorioty de Castro y Fernández Juncos.  Sin embargo, el símbolo de la Estatua de la Libertad sobre la mesa con los versos de El Caribe ha provocado varias interpretaciones, entre ellas: que la invasión norteamericana traería la liberación e independencia a Puerto Rico, o que convertiría la isla en una posesión de Estados Unidos.

El significado exacto es elusivo, pero representó la diversidad de las corrientes ideológicas en Puerto Rico en el siglo XIX.  La Estatua de la Libertad, un regalo de los franceses a los Estados Unidos fue un símbolo de libertad, justicia y democracia. La mujer pisando las cadenas rotas de la opresión y sosteniendo la antorcha de la libertad es un símbolo universal para toda la humanidad.  Oller en su retrato de Padilla pinta unas páginas con los versos de Padilla “los grandes solo son grandes para aquel que se arrodilla” reflejando el derecho de libertad de todo país contra el poder invasor. La conclusión a posteriori sobre el motivo exacto de Oller al pintar la Estatua de la Libertad colocada sobre el poema de Padilla seguirá siendo un misterio y motivo de especulaciones.

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La imagen de El Caribe se encomendó también al escultor catalán, Torquat Tasso y Nadal, cuyo trabajo en barro cocido “aparece vivaz la altivez de nuestro poeta, y parece que aletea el genio de la inspiración, aprisionado en los ligeros pliegues de su ancha frente”, según describió  La Correspondencia de Puerto Rico el 23 de marzo de 1897.  A principios del siglo XX, se estima que el pintor arecibeño, José Cuchí y Arnau pintó al óleo un retrato de El Caribe que ocupó un lugar especial en la sala de la casa de Trina Padilla de Sanz en Arecibo.  El cuadro fue entregado por sus nietas, Yolanda y Fabiola Fernández Sanz a la colección del Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras en el 1989, como legado según había dispuesto, Trina Padilla de Sanz en su testamento ológrafo.

No debemos permitir que el olvido borre la realidad histórica. Es necesario promover en las escuelas y universidades el estudio de las humanidades, historia, arte, poesía, literatura y música para la formación intelectual y espiritual de nuestros hijos. La educación combate la ignorancia. Combate la superficialidad y falsedad que promueve el entretenimiento crudo y el efecto nocivo a través de la información manipulada, que según el filósofo canadiense, Marshall McLuhan describiera en el 1967 como “el medio es el masaje”, aforismo aún vigente.

Recordemos a Padilla también entre los que contribuyeron a crear un profundo sentimiento nacional, pasados 194 años de su natalicio y 127 años de su defunción.  El segundo Centenario de El Caribe se aproxima en unos siete años más. Celebremos la poesía y el genio de Padilla con la anticipada publicación de su extraordinario poema Canto A Puerto Rico con ilustraciones del artista plástico, Antonio Martorell que esperamos en un futuro próximo.

RETRATO

Por La Hija del Caribe en el Primer Centenario a El Caribe celebrado el 26 de Mayo 1929

Como aquel hidalgo de rostro cenceño

que pintó Cervantes en su libro de oro,

de frase castiza, de verbo sonoro

fue el Padre Caribe, del bien decir dueño.

Grande, altivo y noble, de temple de atleta,

su mirada firme era un desafío,

aun al ver su imagen parece que reta,

tal de ese gesto la arrogancia y brío.

En un recio apóstrofe de audacia, que espanta,

consagró a la excelsa madre borinqueña,

y en estrofas cálidas con amor la canta

y viril defiende su patria riqueña.

Por eso en su tumba, cual recios clarines

resuenan vibrantes sus cantos de gesta:

la voz del patriota llega a los confines

del terruño amado, que, de esos clarines

a seguir la sacra llamada se apresta.

Himno de Puerto Rico

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