Por: Luis Echevarría
#56 Calle Fortaleza, Viejo San Juan y Javier Santiago… Me críe en esta esquina con la Cristo. Tuve la dicha de vivir en un momento cuando había mucha vida en el Viejo San Juan de la década del 60. Los carnavales de Doña Fela con sus carrozas que llegaban hasta Villa Palmeras, los piquetes monumentales, las caravanas de todos los partidos antes de las elecciones, aquello era una fiesta.
Escribir…. Cuando estaba en cuarto grado en el Colegio Santo Tomás de Aquino, escribía sobre la historia de Puerto Rico, sobre la NASA; de hecho, mi primer premio fue por hacer un ensayo sobre el Skylab en la clase de español. Me gustaba participar en todos los proyectos. Comencé a guardar recortes de revistas, de periódicos y láminas por si tuviese que hacer un proyecto. Aquello era un ejercicio de creatividad. En séptimo grado decidí que iba a ser periodista. Mi abuelo era historiador. De niño, mi abuela me hablaba sobre Luis Muñoz Marín y Pedro Albizu Campos, y pude grabar algunos de sus cuentos. Tenía un tío que era periodista en el periódico El Imparcial, obviamente la semilla estaba corriendo en la sangre.
Los años 1969 y 1970 para Javier Santiago… Esos años me marcaron mucho. Yo tenía nueve años, cuando Lucecita Benítez ganó el Primer Festival de la Canción Latina del Mundo con la canción Génesis. Por este premio, Lucecita tuvo un contundente recibimiento en la Plaza Colón. De igual manera, cuando Marisol Malaret ganó el certamen de Miss Universo, su recibimiento en San Juan fue apoteósico. En el ambiente, había un orgullo grande por lo de aquí. La música salsa se esparcía por toda Latinoamérica; la televisión puertorriqueña dominaba las audiencias no solo aquí sino en las comunidades latinas en los Estados Unidos y Centro América. En México ya sabían quién era Lucecita Benítez y a José Feliciano se le escuchaba en la radio internacionalmente. O sea, todo esto fue como vibrar una fibra dentro de mí de lo que era ser puertorriqueño.
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El periodismo… Cuando estudio periodismo ya tenía una conciencia política y social bien marcada. Mi aspiración era hacer temas fuertes y de política. Iba descubriendo la sicología que hay detrás de la información. Una amiga de mi madre conocía a Gloria Leal, quien dirigía la sección Por Dentro de El Nuevo Día cuando sus oficinas estaban en Puerta de Tierra. Durante unas vacaciones de verano, fui al periódico para lo que necesitaran y al tercer día estaba escribiendo para la sección de Por Dentro.
Nunca soñé hacer temas culturales, pero no sé si era porque yo leía mucho y me gustaba escribir que era algo innato, pero gustó lo que hacía. Al terminar el verano, regreso con mis estudios en periodismo. Cuando termino los estudios, el periódico El Mundo -que había cerrado- se abre nuevamente en el 1988 y logro entrar. Era un grupo más pequeño, pero con un gran espíritu de compartir. La química con los fotoperiodistas era muy buena -allí conocí a Lilibet Bigott, a Alina Luciano- pero eventualmente el periódico cierra definitivamente.
Nueva Ola Portoricensis… No quise tener un jefe jamás, y comencé como escritor independiente para otros medios como en El Vocero, en la revista Billboard, y en programas de radio. El libro Nueva Ola Portoricensis: la revolución musical que vivió Puerto Rico en la década del 60 -que me tomó cuatro años de investigación- lo hice porque hasta ese momento, no había un libro sobre las figuras de esta cultura popular de los años 60.
Para explicar el fenómeno de una década tan importante había que hacerlo desde un contexto mucho más amplio que la música misma. Había que considerar lo que sucedía en esa época, el racismo, los Beatles, lo que se presentaba en la televisión. Esa fue la primera generación que sale por el lente, que se vende la imagen del joven.
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Fundación Nacional para la Cultura Popular… Como tenía mucho material cultural, quería un lugar donde el pueblo pudiera apreciar y estudiar la cultura puertorriqueña. En agosto de 1996 se fundó la Fundación Nacional para la Cultura Popular en la #56 de la Calle Fortaleza. Jamás pensé que iba a ser un proceso tan complejo y burocrático organizarla. Tardó varios años en terminarlo.
No sé cómo no tire la toalla, pero uno lleva esa banderita que le late en el corazón. Lo primero que se presentó fue una Cantata de Bendición por la mañana para dar gracias por el lugar, después por la noche una Bohemia abierta al público. Vino Lucy Fabery, Miguel Ángel Suárez, Jacqueline Capó, ¡bueno, quien no vino! Luego poco a poco, fue evolucionando con la llegada del Grupo Tepeu con sus noches de Peña, con las noches de poesía, los conciertos; en fin, el lugar atraía gente de diferentes gestiones artísticas y culturales.
Los proyectos especiales… Cuando Carmita Jiménez muere, surge la idea de recordarla. Fue en ese momento que decidimos hacer una Misa de Bendición para las figuras artísticas que fallecieron ese año. En la Fundación, celebramos además el Atardecer Navideño que Danny Rivera y otras figuras ofrecen a las cinco de la tarde cantando desde el balcón la última semana de diciembre.
Tenemos también los discos del año para reconocer el trabajo nacional que luego se envían a los Grammys. Mi amiga Adriana Pantoja crea Arte Fusión el primer programa radial por WQBS 870AM con acceso para sordos que también se transmite por Internet y me pide que sea parte del programa para hablar sobre historia, cultura, y música.
Una pregunta más a Javier Santiago… ¿todavía tienes deseo de volver a escribir? Claro que sí, la esencia mía en todo es porque soy periodista y lo llevo en la sangre. Cuando estudiaba periodismo decían “guárdalo en el Archivo 13” esas son las noticias que nadie las va a ver, que no se van a publicar. En El Nuevo Día tenía una columna que la llamé Archivo Trece. Tengo muchas ganas de revivirla en la página de la Fundación.
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