[Fragmento] ¿Tienes un minuto para hablar del cemí?
El cacique Caicihu, tiempo antes de la llegada de Colón, recibió una profecía de su cemí Yucahuguamá, señor de la yuca: “… que cuanto después de su muerte quedasen vivos, gozarían poco tiempo de su dominio, porque vendrían a su país una gente vestida, que los habría de dominar y matar, y que se morirían de hambre. Pero ellos pensaron primero que éstos habían de ser los caníbales; más luego, considerando que éstos no hacían sino robar y huir, creyeron que otra gente habría de ser aquella que decía el cemí.
De donde ahora creen que se trata del Almirante y de la gente que lleva consigo.” Esta profecía nos la cuenta Fray Ramón Pané, quien llegó a América en el segundo viaje de Colón. Él fue el primer europeo en aprender una lengua indígena y el autor de la única fuente directa acerca de la mitología taína (La relación acerca de las antigüedades de los indios). Claramente los taínos tenían una mejor idea de lo que estaba por venir, que el mismo fraile.
Los españoles no entendían mucho de este Nuevo Mundo. Pané intentó, pero en su Relación confiesa que “Como los indios no tienen letras ni escrituras, no saben contar bien estas fábulas, ni yo puedo escribirlas bien. Por lo cual creo que pondré primero lo que debería ser lo último, y que pondré lo último lo primero. Pero todo lo que escribo está narrado por ellos tal como yo lo escribo, y por ello lo refiero tal como lo he entendido a las gentes del país.”
Asumo que los taínos sí sabían contar bien sus historias y creencias; eran suyas para contar. Pané consideraba esas historias fábulas, aunque para los taínos no lo eran. Pero claro, había un límite de cuanto el fraile podría entender, gracias a sus propios inevitables prejuicios (que quedan evidentes en esta cita) y la barrera del idioma, entre otros factores.
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En otra ocasión, en los tiempos de las conquistas, seis taínos en La Española tomaron unas figuras cristianas (a las que entendían como algún tipo de cemí) y efectuaron el ritual de la fertilidad. Este consistía en enterrar las figuras y orinarles encima para que las plantas sembradas dieran grandes frutos. Lo que para los taínos era un acto espiritual, para los españoles era blasfemia. Estos seis taínos fueron juzgados públicamente y quemados vivos.
Parece que una de las cosas que los españoles no entendían, es que un cemí no era un ídolo, o sea, no era un objeto que representaba a un dios. El cemí en sí era una deidad, un espíritu ancestral o un espíritu de la naturaleza. Los cemíes tenían el poder de controlar las fuerzas de la naturaleza, intervenir en asuntos humanos y predecir el futuro.
Por esto se le hacía ofrendas de cosechas y ayunos prolongados. Los caciques, además de gobernar sus yucayeques, también dirigían las ceremonias religiosas. Ellos se comunicaban con los cemíes a través del ritual de la cohoba. Para esto, aspiraban por la nariz los polvos alucinógenos de la semilla del árbol de cojóbana. Esta vía abierta de comunicación con los dioses para recibir su guía le daba legitimidad a su autoridad.
Todos los taínos por lo general tenían algún cemí en su posesión y mientras más poderoso el cemí, más poderoso el taíno. Osea que el cacique tenía los cemíes más poderosos en su yucayeque. Y de la misma manera, los caciques con más poder tenían cemíes más poderosos que los otros caciques.
Por esto, a veces los caciques intentaban robar los cemíes de otros, o tomarlos a través de la guerra. Tal vez los taínos ejecutados por blasfemia en La Española consideraron que el poderío español emanaba de aquellas figuras, interpretadas como poderosos cemíes.
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Por: Andrés Sanfeliú Cruz. IG: @el_cayito | FB: @elcayito