Imagen: Grandioso homenaje que le consagró la Isla entera en uno de los funerales de Luis Muñoz Rivera en la Plaza de Baldorioty, hoy Plaza de Armas en Viejo San Juan (Suministrada)
Por Elsa Tío
Fragmento de una conferencia sobre Luis Muñoz Rivera, que formara parte de un libro se titulará “Espantando el olvido: patriotas y poetas”, que publicara el EDP University
Luis Muñoz Rivera, ¿quién fue él que tenía “un romance en el alma” con su pueblo y con su muerte, avivó y estremeció a todo un pueblo? Los “apoteósicos” funerales de Luis Muñoz Rivera (1859 – 1916) nos retratan al líder; de igual forma la respuesta de angustia del pueblo ante su muerte descubren el alma colectiva de los puertorriqueños que reconocieron en las luchas incesantes de LMR su amor inquebrantable por el País.
Mariano Abril (1861-1935) en 1915 en una breve, pero intensa nota biográfica, nos descubre su alma guerrera: “Ciertos miopes se asombran del éxito de Luis Muñoz Rivera, a los 37 años jefe de un partido, a los 38 jefe de un gobierno y después líder de la opinión pública. Olvidan los miopes que Muñoz Rivera a los 20 forcejeaba en los comicios y en la prensa. A los 25 veía su candidatura proclamada a la Diputación Provincial, a los 30 fundaba La Democracia y en breve período paseaba las carreteras con la Guardia Civil, lo apresaban en cárceles de Caguas, Guayama, desafiaba la cólera de los capitanes generales, sufría cien procesos, lo encerraban en los calabozos de Ponce, lo multaban, lo condenaban. Y no podían rendirle, ni doblegarle jamás.”
Para conocer a fondo quien fue Luis Muñoz Rivera lo mejor es leer los testimonios de hombres y mujeres, que, con el corazón en la mano, interpretaron su vida describiendo el sentir del pueblo ante los “apoteósicos funerales de Luis Muñoz Rivera”, funerales que revelan la devoción de un pueblo por su líder y el amor de ese líder por su pueblo. Aquí algunos fragmentos de algunas de las crónicas sobre su entierro, cuando hace más de 100 años murió Luis Muñoz Rivera, a su muerte se levantó una oleada inmensa de llanto y dolor enamorado, de parte de un pueblo que veneraba a su líder.
Las palabras emocionadas que escribieron entonces infinidad de correligionarios, adversarios, admiradores, poetas y escritores de todas las ideologías son un fiel retrato apalabrado que nos ayuda a entender, conocer, apreciar al periodista, al líder, como la época difícil que le toco sufrir a él y a los puertorriqueños.
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Hablaron del líder que sin más doctorado que su pluma, al fallecer un 15 de noviembre de 1916 estremeció de dolor a todo un pueblo. El mismo que por 30 años escribió un artículo diario. Mismo que a dos años de la invasión norteamericana indignado ante la imposición de la Ley Foraker volvió a usar su pluma como fusil para defender al pueblo.
El mismo que al denunciar y revelar el siniestro plan del gobierno norteamericano para masacrar la economía agrícola del país, causó la cólera del gobernador Allen. Cólera que va a provocar e impulsar virulentos y constantes ataques contra la vida de Luis Muñoz Rivera. Por ello a su muerte de la costa a la montaña, el pueblo reconoció adolorido su valor, su entereza. Pero también emergió por primera vez el pueblo como una gran fuerza colectiva, como un país. En los funerales de Luis Muñoz Rivera se reconoció al líder que se enfrentó a dos imperios para defenderlos y descubrimos un sentimiento colectivo.
Cayetano Coll y Cuchi en el libro Laureles Póstumos escribió: “Por última vez cruzó la isla de Norte a Sur, y las muchedumbres, fieles a la tradición venían a saludarlo a su pasó. En la carretera interminable se agrupaban los jíbaros, adiós, adiós… Entre flores y velas llegó al camposanto. Sus funerales empezaron muy temprano en la mañana. De la costa a la montaña el pueblo se desbordó en llanto… A las siete de la mañana del 17 de junio, empezaron a llenarse de público los alrededores de la plaza Baldorioty frente a la Casa Municipal (del Viejo San Juan).
Desborde de dolor y derroche de demostración de pueblo. Por la mañana partieron de San Juan, Puerta de tierra, Santurce, Rio Piedras, Caguas, Cidra, Cayey, Aibonito, Coamo, Juan Díaz, recorrió el féretro hasta llegar a Ponce a las nueve de la noche. Millares de almas lo esperaban en cada pueblo por donde pasaba el féretro. En Ponce lo esperaron más de 50 mil personas de todos los partidos políticos, las logias, las iglesias, el pueblo, miles de personas y niños en cada pueblo, lo esperaban con letreros y flores, dando muestras de dolor profundo. El cadáver llega a Barranquita casi de a media noche”.
Fernández Vanga: “Cuando entro el féretro a Coamo a la hora del crepúsculo, lo recibieron con flores, lo despidieron con luces- velas. Había en Coamo un silencio de sepulcro vacío y un enlutamiento de noche negra. Pero el féretro tuvo flores al llegar y luces al salir”.
Fue el heredero político de Román Baldorioty de Castro, y se ganó el respeto y la admiración de un pueblo que observó por 40 años su entrega, pasión, integridad y amor por este pueblo en su lucha incesante combatiendo injusticas ante dos imperios. El que él “defensor de los derechos patrios,” muriera en el 1916 en medio de tiempos convulsos, traumáticos, en un ambiente de incertidumbre; sin claros herederos políticos causo que el estremecimiento colectivo fuera aún mayor. Las crónicas de la época son una radiografía de la orfandad que sintió el pueblo al perder aquella voz orientadora, valerosa, incansable que los había defendido ante dos imperios.
Bolívar Pagán (1897-1961), historiador, periodista y político, miembro del Partido Socialista que luego forma parte de la coalición escribió: “La muerte de Muñoz Rivera ocasionó una emocionada explosión de duelo en toda la isla, participando todo el pueblo y todos los partidos y organizaciones gubernamentales, cívicas y sociales del país. Los funerales de Luis Muñoz Rivera tuvieron carácter de apoteosis. El cadáver insepulto recorrió lentamente por diversas ciudades y pueblos de Norte a Sur recorriendo montañas y valles, por caminos, trechos materialmente alfombrados de flores. Seguidos por afligidas muchedumbres en caravanas dolientes”.
Así fue en Puerta de Tierra, Santurce, Río Piedras, Caguas, Cidra, Cayey, Aibonito, Coamo, Juana Díaz, Ponce,” desde la orilla del río, millares de alma estaban conmocionadas a ambos lados del trayecto, hasta llegar a su amado pueblo de Barranquitas…”
Su valor inspiró al pueblo. Para que tengan una idea de la colosal influencia que ejerció sobre el país y el sentido de desamparo que sintió el pueblo ante su muerte, repasemos solo algunos fragmentos de las innumerables crónicas que aparecieron en la prensa que retratan no sus funerales; sino carisma y su personalidad. Esta descripción apalabrada es su mejor retrato
Manuel Martínez Dávila: “Él combatió por la patria con la fiereza del león y no se entristeció ante los cerrojos; y no se espantó ante el rayo del despotismo iluminó el cielo de la patria con el fulgor ingente de los volcanes”.
Mariano Abril (1861 1935): “Hace treinta años descendió de la cumbre al llano, llevando la lira en una mano y en la otra la espada …Bajó a formar la patria que no existía e hizo la patria. Modeló con su lira y con su pluma la conciencia de un pueblo esclavo. Y el pueblo fue libre. Soñó la unión de todos sus compatriotas y la realizó con su muerte. Ante su cadáver se arrodillaron las almas y lloraron los corazones.”
Cervoni captó el sentir del pueblo en un artículo titulado La Muerte del Cóndor: “Cuando hace un tercio de siglo Muñoz Rivera dejó el picacho de sus montañas… Desde entonces no ha tenido descanso. Del pupitre a la cárcel, al duelo, al ministerio, a la diplomacia, al parlamento, su vida transcurrió entre fatigas incesantes. Ni un momento de tregua, ni un momento de reposo. Y todo por su país, le dio todo lo que pudo darle… porque Muñoz Rivera nos dejó huérfanos. Huérfanos de su espíritu en continúa vibración, huérfanos de su cerebro en creación continua, huérfanos de su infatigable energía y de su indomable aliento.”
José Celso Barbosa (1857- 1921), Presidente del Partido Republicano: “Mi ilustre adversario Luis Muñoz Rivera ha caído herido por la muerte y todo el país unido ante enorme desgracia, solo tiene un corazón para sentir muy hondamente tan terrible golpe y lágrimas que derramar ante el ilustre patricio.”
El poeta Evaristo Rivera Chevremont (1896-1976), que tenía un físico quijotesco, pero su delgadez y escondía un carácter peleador, incapaz de rehuir peleas, tal vez por eso mismo, supo leer en el alma de Luis Muñoz Rivera su verdadero ser y se adentra en ella cuando escribió a su muerte: “La nube de tristeza que lo seguía a todas partes nacía del choque de su temperamento rebelde con la indiferencia de su pueblo. Muñoz siempre fue radical. Lo dicen sus cartas, lo dicen su historia. Pero él sabía que el pueblo era manso, calculador, discreto. Aquel hombre tenía un romance en el alma y los hombres así tienen condición de héroe. Que es el sentimiento que lo lleva al sacrificio! . Era poeta … ¡ y eso basta!” ..
“Aquel hombre que luchó, luchó y luchó, muere pobre. Esto es elocuente. En esta época pervertida por el cheque es un dios, el que no llena su bolsa. ¡Pero un dios de sacrificios y vergüenza! “… Tenía “un romance en el alma…” con su pueblo….
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Enrique Colón Baerga lo describe: “Nadie como él conoció más a fondo el alma de este pueblo. Y nadie como él supo conmover esa alma electrizándola con el verbo encendido de sus convicciones profundas…Fue un iluminado, un escogido y un vidente. Se le amaba mucho porque era bueno, se le admiraba mucho porque era sabio, se le combatía mucho porque era fiel, se le respetaba mucho porque era honrado, se le respetaba mucho porque era leal…”
Rafael Arrillaga escribe “Hay un hombre fascinador, alucinante. …Como poeta, Muñoz es el poeta de la libertad, como periodista, el defensor de la Justicia, como tribuno, el tribuno de la democracia, …Muñoz fue el verbo de Puerto Rico”.
Fernández Vanga en In memoriam (1880-1961) escribe: “En estos tiempos sin horas que estamos viviendo desde que Muñoz falta, nadie puede estar muy seguro de lo que piensa ni de lo que siente… Fue él quien hizo este país…Es preciso que nuestro pueblo llegue a ser como él lo soñó: “Altivo y noble, generoso y bravo, robusto y fuerte, de entusiasmo lleno” dueño del mundo y del deber esclavo”. Solo así nos haremos dignos de lo venerados restos de Muñoz”
R.M Delgado: “Luis Muñoz Rivera quería a su país, como a sí mismo, era bueno y era honrado, tres cualidades esenciales de ser, sin las cuales no se llega a las cumbres en que agitó su existencia.”
Trina Padilla de Sanz, La hija del Caribe (1864 – 1957), nacionalista, música y poeta: “Muñoz Rivera tenía las características todas de los hombres caudillo, de un líder, entereza, valor cívico y personal, centro de atracción, y sugestionada mirada, era una mirada indecisa a veces, pero a veces penetrante, y de una sutil ironía que dulcificaba la bondad de su carácter bondadoso, sí enérgico en los momentos supremos… Jamás busco títulos ni homenajes, jamás se ocupó de su personalidad, y pudiendo, siendo un poco egoísta, no lo era al contrario… Muy grande ha sido Puerto Rico rindiendo el colosal homenaje.”
Ramón Lebrón nos confirma: “Muñoz se le llamaba con razón ‘el corazón sin tacha y sin miedo’, salió indemne de su paso por la vida. Trinaba como un ruiseñor y rugía como el león de la selva. Su pluma era hiriente y aguda como un florete y su corazón era tierno como paloma”. (Interesante que más adelante comentara que este paladín de la justicia, su primera campaña periodística la motivó la defensa de la diva puertorriqueña Amalia Paoli).
Tomas Maduro (1870- 1920), líder obrero, tabacalero y escritor escribió: “Como periodista de combate no tuvo iguales en ninguna época en este país. Como caballero fue un cruzado del honor. Fue un cantor de la libertad como Brau, fue el cantor del derecho; como Gautier fue el cantor de la Patria, como Padilla fue el cantor de las ideas”.
Sin embargo, ante el sentido de desamparo y desesperanza que causo su muerte, un rayo de luz había alumbrado el ambiente sombrío. Saber que LMR llegó alcanzar la Carta Autonómica bajo España. El haberla conseguido tuvo un gran efecto en el pueblo. Le dio un sentido de lo que podíamos hacer por nosotros mismos, cuando hay un buen líder, como decía LMR, “la fuerza del país está en el país.”
El escritor y líder obrero Tomás Carrión Maduro se percató de ello y añadió en su escrito a su muerte: “Aquel período autonómico fue de corta duración, pero duró lo suficiente para demostrar a todos, amigos y enemigos, correligionarios en el que creían y confiaban aliados o adversarios, que el ideal de Muñoz Rivera no fue otro que este: “Puerto Rico para los Puertorriqueños”.
Muñoz Rivera asumió la inagotable misión de luchar contra el coloniaje de dos imperios. Como escribiera el líder obrero Tomás Carrión Maduro: “Muñoz Rivera profesaba la religión del deber.”
El escritor Salvador Tió un siglo más tarde interpretó ese momento: “Se jugó su carta guiado por su admirable intuición política y tomó la única posición posible y oportuna. Y el pacto con Sagasta significó para Puerto Rico la Carta Autonómica. De no haberse obtenido, nos hubiera hecho más difícil enfrentarnos al poderío de EE.UU. cuando se termina en el 1898, con la Guerra Hispanoamericana”.
Pero ver hecho triza su esfuerzo y las aspiraciones de libertad de un país en el nuevo siglo luego de la invasión hubieran desanimado a cualquier hombre. Sin embargo, ante ese vuelco inesperado del destino Muñoz Rivera no se rinde y vuelve a empezar la lucha, esta vez a favor del “self-goverment” para alcanzar poderes de gobierno propio para Puerto Rico, con otro imperio y en otra lengua.
Sin embargo, se seguían multiplicando las situaciones difíciles y peligrosas en el país como contra el periodista. Defendió LMR también, el sufragio universal, propulsó que se le diera el voto a la mujer. Objetó con todas sus fuerzas la disposición de la Ley Foraker de crear una sola cámara, y más aún, rechazó que se impusiera como requisito ser hacendado para votar en las elecciones. Esa disposición eliminaba de un plumazo a los pobres del proceso electoral, que en su mayoría eran seguidores de Muñoz Rivera.
Objetó los requisitos electorales impuestos porque propiciaron el robo electoral, que las minorías se volvieran mayorías, y que la Cámara de Delegados, engendrada por la Ley Foraker, fuera totalmente republicana. Repudió además Muñoz Rivera que se le dificultara la inscripción de los electores de su partido en todos los procedimientos. Fue tal la injusticia y la arbitrariedad que el Partido Federal optó por el absoluto retraimiento electoral.
Combatió también la americanización en las escuelas y el plan colonialista del intento de suplantarnos una lengua por otra., lo que él llamó “ la subalternidad insufrible del idioma”. Estaba LMR a favor que se aprendiera inglés, pero rechazaba que se nos sustituyeran nuestra lengua materna, despreciando y afectando con ello nuestra substancia nacional. El peor de los coloniajes.
El Partido Federal, ajeno a toda participación en los asuntos legislativos combatía con fiereza desde el periódico La Democracia las medidas legislativas que no respetaban nuestra personalidad de pueblo; la propia democracia y que desmantelaban nuestra economía agrícola.
Cayetano Coll y Cuchi (1881 – 1961) abunda sobre lo que se vivió en ese época: “No les basto que se aumentasen los sueldos de los americanos… En esa época de los republicanos, la legislatura fue servil y poco ética; y nos avergüenza decir que la mezquindad los llevó a borrar del presupuesto. Además de las pensiones concedidas a las viudas de Baldorioty de Castro y de don Ramón Marín. Mientras tanto se daban prebendas y aumentos de sueldo a los funcionarios norteamericanos”.
“No les bastó que los que emigran del continente ocuparan la dirección de todos los ramos de la jefatura: la jefatura de todos los cuerpos; las altas posiciones en que se firman las nóminas ubérrimas. Era preciso modificar las plantillas, arrojar de sus puestos a empleados sin mancha; a empleados modestísimos y reemplazarlos por los que se dignen a dejar sus castillos, sus copiosas fortunas y sus lucros fabulosos por venir a salvarnos. …Todo era mucho si los disfrutan los puertorriqueños y que todo era poco si los disfrutan los continentales”.
El tesón, la constancia, la pasión, las luchas de Luis Muñoz Rivera las escribió con tinta, y las apalabró con sus actos. Actos que consolidaban la lealtad y la admiración de sus seguidores y del país. Y esta devoción al líder se confirmó de forma irrefutable en la reacción multitudinaria del pueblo ante sus funerales.
El masón Negrón Flores, presidente de la Logia Estrella de Luquillo; estuvo a cargo de dar el discurso de despedida ante su tumba: “La patria era para él resumen de todos los más grandes amores de la vida... Luis Muñoz Rivera, que era valiente porque tenía un justo y cabal sentido del honor. Baja de las feraces campiñas donde nació y vivió en la abundancia; y donde pudo haber pasado una existencia plácida y tranquila, soñando con las grandes reivindicaciones sociales”.
“Con las profundas protestas colectivas, llega a Ponce, funda La Democracia, se constituye en periodista de prosa tan vibrante como su verso … y valiente… A partir de aquella fecha inolvidable no hubo en la lucha por nuestras libertades una voluntad más recia; una pluma más firme, ni un corazón más generoso. Que el de este amado compatriota… La vida política de Muñoz Rivera fue, desde entonces una vida sin tregua y sin cuartel, pero también de triunfos…”.
El pueblo reconoció en sus actos y sus palabras, el más profundo sentido de responsabilidad política. La más inquebrantable voluntad de obtener para Puerto Rico derechos y libertades a la que debía aspirar; teniendo en cuenta siempre la realidad auténtica del país.
El sentido del deber y amor patrio hizo que Muñoz Rivera luego de 20 años de lucha con España; y luego tuviera que volver a empezar desde cero a luchar contra otro imperio por otros 18 años. Luchas que afectaron su salud y aquel hombre fuerte y vigoroso que midiera seis pies, muere prematuramente a los 56 años. Las crónicas sobre los funerales de Luis Muñoz Rivera que retratan la vida del líder – periodista no merecen olvido.