Luis Muñoz Rivera defendió el sufragio universal, propulsó que se le diera el voto a la mujer. Objetó con todas sus fuerzas la disposición de la Ley Foraker de crear una sola Cámara, y más aún, rechazó que se impusiera como requisito ser hacendado para votar en las elecciones. Esa disposición eliminaba de un plumazo a los pobres del proceso electoral, que en su mayoría eran seguidores de Muñoz Rivera.
Objetó los requisitos electorales impuestos porque propiciaron el robo electoral, que las minorías se volvieran mayorías, y que la Cámara de Delegados, engendrada por la Ley Foraker, fuera totalmente republicana. Repudió además Luis Muñoz Rivera que se le dificultara la inscripción de los electores de su partido en todos los procedimientos. Fue tal la injusticia y la arbitrariedad que el Partido Federal optó por el absoluto retraimiento electoral.
Combatió también la americanización en las escuelas y el plan colonialista del intento de suplantarnos una lengua por otra, lo que él llamó “la subalternidad insufrible del idioma”. Estaba Luis Muñoz Rivera a favor que se aprendiera inglés, pero rechazaba que se nos sustituyeran nuestra lengua materna, despreciando y afectando con ello nuestra substancia nacional. El peor de los coloniajes. El Partido Federal, ajeno a toda participación en los asuntos legislativos combatía con fiereza desde el periódico La Democracia las medidas legislativas que no respetaban nuestra personalidad de pueblo; la propia democracia y que desmantelaban nuestra economía agrícola.
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Cayetano Coll y Cuchi (1881 – 1961) abunda sobre la angustia que se vivió en esa época: “No les bastó que se aumentasen los sueldos de los americanos. En esa época de los republicanos, la legislatura fue servil y poco ética y nos avergüenza decir que la mezquindad los llevó a borrar del presupuesto las pensiones concedidas a las viudas de Baldorioty de Castro y de don Ramón Marín.
Mientras tanto, se daban prebendas y aumentos de sueldo a los funcionarios norteamericanos. “no les bastó que los que emigran del continente ocuparan la dirección de todos los ramos de la jefatura: la jefatura de todos los cuerpos; las altas posiciones en que se firman las nóminas ubérrimas, era preciso modificar las plantillas, arrojar de sus puestos a empleados sin mancha, a empleados modestísimos y reemplazarlos por los que se dignen a dejar sus castillos, sus copiosas fortunas y sus lucros fabulosos por venir a salvarnos… Todo era mucho si los disfrutan los puertorriqueños y que todo era poco si los disfrutan los continentales”.
El Partido Federal no estuvo dispuesto a someterse ante el gobernador Allen que no se mostraba dispuesto a cumplir la ley, ni a ejercer imparcialidad, según expresaba Muñoz Rivera: “los empleados incondicionales se hicieron a pesar de que pedíamos que se nombrasen otros tantos federales, la división territorial se hizo…
Pero existía un medio, el único, de compartir los favores del poder, convertirnos en incondicionalismo, aplaudir la conducta de Mr. Allen, celebrar que se reemplazase a profesores inteligentes de la isla con profesores ineptos del continente; que se llenaran las oficinas de funcionarios exóticos , que no vinieran los millones que mandó a devolver el Congreso. Además que se barriese a los puertorriqueños de los cargos retribuidos, que se aprobaran los compontes de la policía insular, que se permitieran los abusos de las cortes de policía, que se formase el presupuesto a oscura, sin discusión y sin examen, que se invirtiese el dinero de los contribuyentes, en caminos que ya no son caminos…
A ese precio el partido federal pudo obtener -sino se le rechazaba de nuevo- la mitad de los beneficios; la mitad de los mendrugos, a ese precio podía obtener, por lo menos, la piadosa conmiseración de Mr. Allen. No los obtuvo, prefirió como el armiño, retroceder ante el fango. Y se replegó en sus tradiciones de bizarra hidalguía y aquí está de pie”.
Luis Muñoz Rivera no se cansó de criticar abiertamente a la Ley Foraker; su postura fue clara: “se nos arrebata lo que es nuestro, lo que nos pertenece. El derecho a elegir nuestros funcionarios, de votar nuestros tribunos; de dirigir la marcha de nuestra isla, de ser los amos en nuestra propia casa”.
Por lo que acaba disolviéndose el Partido Federal; y se crea el Partido Unión de Puerto Rico para luchar con mayor fuerza antes las arbitrariedades e injusticias. Como bien escribió Salvador Tió: “la invasión nos dividió entre el entreguismo fácil y la resistencia difícil”.
La indignación ante las trampas electorales del Partido Republicano colmó la paciencia; ya que hacían imposible ganar las cámaras legislativa. Hizo que se disolviera el Partido Federal y se fundara el Partido Unión 1904. El tesón, la constancia, la pasión, las luchas de Luis Muñoz Rivera las escribió con tinta, y las apalabró con sus actos. Fue perseguido, arrestado y el juicio hizo historia, de eso les hablare luego.